sábado, 9 de abril de 2011

La revolución de las orillas – parte 1



Inesperada, sorpresivamente, sobreviene el levantamiento de las orillas que dará una fugaz tintura de pueblo a la Revolución. A las once de la noche del sábado 5 de abril se sabe que grupos de quinteros y arrabaleros montados en sus caballos se juntan en algunos lugares de la periferia de la ciudad: el más numeroso al oeste, en los corrales de Miserere; pero hay otros en los pagos de Palermo y en los mataderos del alto de San Telmo.
En silencio se ponen en marcha hacia el centro, y a eso de la medianoche llenan el ámbito de la Plaza de la Victoria ante el desconcierto de los miembros de la Sociedad Patriótica que ven materializado al “pueblo” que invocaban en sus proclamas, y el temor de los vecinos de la clase principal ante la inesperada irrupción de “la chusma”.

¿Quiénes fueron los autores de la marea popular que la historia llama “revolución del 5 y 6 de abril”? Saavedra en sus Memorias asegura que ocurrió “sin mi noticia ni conocimiento” (esto permitirá a Mitre -enemigo de las exteriorizaciones populares- decir que “es la única revolución de la historia argentina cuya responsabilidad nadie se ha atrevido a asumir ante la posteridad a pesar de haber triunfado ampliamente”).

El Deán Funes escribe el 8 a su hermano Ambrosio sorprendido por “la furiosa borrasca cuando todo parecía calmo”, diciéndole que a las once y media de la noche del sábado lo sacó de la cama Agustín Donado (uno de los principales de la Sociedad Patriótica morenista), “lleno de temor porque une muchedumbre avanzaba hacia la Plaza”.

Aquello era una reacción espontánea del pueblo donde se mantenía el verdadero patriotismo sin artificios de retórica ni imitaciones de Contrato Social contra las gentes “de posibles” vinculadas al comercio portuario y los jóvenes “alumbrados” de la Sociedad Patriótica que pretendían dar un giro teórico a la Revolución. El propósito exteriorizado era cambiar toda la Junta (morenista y diputados provincianos) reemplazándola por la jefatura exclusiva de Saavedra que mantenía -¡pese a todo!- un prestigio en la masa popular; el vehículo fueron los alcaldes de la periferia, sobre todo Tomás Grigera alcalde de quintas, y su intérprete el Dr. Joaquín Campana abogado de prestigio en las orillas.


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