martes, 11 de enero de 2011

La leyenda del castillo, en los pagos de Castelli


En los pagos de Guerrero, sobre la Autovía 2, en el km 168, partido de Castelli, la estancia Villa La Raquel asoma con su centenario castillo color salmón entre la frondosa arboleda, a la vera del río Salado.
De camino hacia la costa, con reserva previa, constituye una parada perfecta para pasar un día de campo, almorzar o pasar unos días. Abierto al público desde 1996, el sitio fue una vez próspero centro de desarrollo industrial de la zona, con su propia estación, fábrica de leche y almacén de ramos generales.
La leyenda del establecimiento se remonta a la primera propietaria de estos campos, Felicitas Guerrero.
Su padre, José Guerrero, se vio de pronto dueño de ésta y otras tierras a causa de la trágica muerte de su hija. Ella fue la protagonista de uno de los dramas pasionales más conocidos de la sociedad porteña de mediados del siglo pasado.
Los bellos paisajes de Villa La Raquel fueron escenario de sus amores, ya que su marido, Martín de Alzaga, era propietario de las estancias La Postrera, Bella Vista y Juancho, aproximadamente 100.000 ha que alcanzaban hasta los actuales balnearios de Pinamar, Cariló y Valeria del Mar.
Ella tenía 15 años cuando se casó con Alzaga, de 65. Ya viuda y dueña de una rara belleza, según las crónicas de la época, visitaba eventualmente los establecimientos que habían sido de su consorte. Por entonces, para llegar a un lugar los carruajes debían atravesar campos por huellas difícilmente transitables cuando llovía.
En uno de esos tantos viajes, su coche se empantanó y la auxilió un vecino, que resultó ser otro rico estanciero de la comarca: Anselmo Sáenz Valiente. Tras sacar a los viajeros del apuro en que se encontraban, les brindó el amparo de su propiedad. A partir de ese encuentro, Felicitas y Anselmo se enamoraron, y poco tiempo después se casaron.

Trágico final

Pero el final, una vez más, no iba a ser feliz. Al enterarse de la noticia del enlace, uno de los anteriores pretendientes de la joven, Enrique Ocampo, prefirió verla muerta antes que de otro. Así fue como la dama resultó víctima de un crimen pasional en 1872, provocando el escándalo y las habladurías de toda la sociedad.
Posteriormente, Ocampo se suicidó en circunstancias dudosas. Sin descendencia, los herederos naturales fueron sus padres, quienes se abocaron a explotar las estancias.
Desaparecido Carlos José Guerrero a fines del siglo pasado, los campos de La Estación --así se la conocía por esa época-- pasaron a otro de sus hijos, Manuel Justo (1858-1931), que se casó con Raquel Cárdenas.
Por entonces se estilaba homenajear a las mujeres denominando los campos con su nombre.
El almacén de ramos generales fue abierto por él, que también fue responsable de la instalación de una fábrica de lácteos, primer asentamiento industrial en la cuenca del río Salado. Fue precursor de la lechería en la zona: en 1910 sus tambos obtuvieron varios premios por la fabricación de quesos.
Su hija Valeria Guerrero (1900-1992) conservó las características originales. Tanto el chalet como el parque fueron su vida. En este sentido y junto con su marido, crearon la Fundación Manuel Guerrero, Juan Pablo Russo y Valeria Guerrero Cárdenas de Russo, estos últimos actuales propietarios del lugar.

Silvina Beccar Varela

1 comentario:

  1. Es atrayente, tiene magia, no murió ni morirá en el olvido, ella habita en cada uno de aquellos que conocemos su fatídica historia, asignada desde que era una niña de 16 años, por la muerte, soledad, donde el desgarro de los sueños, fueron pisoteados por un destino maldito. Bella, bellísima, perdura en el tiempo.

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