Hace muchísimo tiempo, los araucanos pasaron por un período de muchas necesidades. Él hambre castigaba a todas las tribus. Y los que más sufrían eran los niños y los viejos. Entonces, en reunión de jefes, resolvieron enviar hacia los cuatro vientos, por distintos caminos, a los jóvenes más fuertes para que buscaran alimentos -vegetal o animal y volvieran con lo necesario para salvar a las tribus.
Pasaron los días y comenzaron a regresar los enviados con las manos vacías. Faltaba tan sólo uno, el más vigoroso y hábil. Tardaba y no llegaba. Las esperanzas se iban desvaneciendo. La impaciencia y la desesperación se convirtieron en llanto de niños y en lágrimas de viejos. Hasta que por fin lo vieron aparecer, extenuado, cargando un gran bolsón con piñones de pehuén, que volcó delante de los viejos de las tribus. ¿Qué es esto que traes le preguntaron si no es fruto del árbol sagrado? Bien dices, abuelo. Es el fruto del árbol sagrado que nos salvará a todos. Pero, ¿cómo te atreves, hijo? Deje que le cuente, abuelo y luego decidirán.
Después de andar por largos caminos sin encontrar nada para aliviar las necesidades de ustedes, subí por cerros desconocidos, cuando de pronto se me apareció un anciano, de larga barba, de cara blanca y de ojos azules. Alto, de andar a grandes trancos y me dijo: ¿Qué buscas por mis montañas? Entonces le conté de los apuros que estábamos pasando, que j los niños y los ancianos sufrían y que pronto morirían si no ¡ regresaba con algo para salvarlos. ¿Por qué desprecian los piñones del pehuén? --me preguntó. Son frutos del árbol sagrado, duros y creemos que son venenosos. No, hijo, es un alimento extraordinario, me respondió. Pero tienes que hervirlos para ablandarlos y luego asarlos para comerlos. Cada piñón es suficiente para alimentar una familia,
Y cuando llegue el invierno los entierran para que el frío no los perjudique y así tendrán alimento todo el año, aunque te falte la caza. Luego de decirme ésto, desapareció en un instante. Y aquí me tienen con este bolsón de piñones grandes que he recogido del suelo, de los muchos que hay en nuestros bosques. Los ancianos reunidos meditaron en la noticia que trajo el último de los enviados. Juntaron a las tribus y contaron lo que ell joven les había dicho y todos estuvieron de acuerdo en creerle. Desde entonces no hubo más hambre y todos los años cosecharon grandes cantidades de piñones que guardaban bajo tierra y se mantenían frescos durante mucho tiempo. Aprendieron también a fabricar con los piñones el chahuí, bebida fermentada. Cada día, al amanecer, con un piñón en la mano o una ramita de pehuén, rezan mirando al sol:"A ti de debemos nuestra vida, y te rogamos a ti, el grande, a ti nuestro padre, que no dejes morir a los pehuenes. Deben propagarse como se propagan nuestros descendientes, cuya vida te pertenece, como te pertenecen los árboles sagrados".
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