Morón según los censos de 1869, 1881 y 1895
Tras la derrota de Rosas, el país pasó por casi una década de desunión y guerras civiles, que concluyó con la batalla de Pavón, que catapultó a Bartolomé Mitre al poder. Con éste quedó atrás la Confederación Argentina, compuesta por provincias que no se hallaban unidas más que por pactos personales entre los caudillos, y surgió una República Argentina empapada por las ideas liberales, cuyos gobernantes se dieron a la concreción de un proyecto de país agroexportador, que requeriría de capitales, de obras de infraestructura y de hombres para convertirse en el “granero del mundo”.
Morón no estará, por cierto, excluido de este proyecto. En 1859 asistió a la llegada del ferrocarril, con lo que se aseguró de que la producción de la zona fuera conducida en forma rápida y segura a la capital. En cuanto a los trenes de pasajeros, llegaban los días hábiles a la estación de Morón tres veces al día: a las siete y media de la mañana, a las dos de la tarde y a las siete y media de la tarde. Los fines de semana se agregaban más servicios, ya que Morón se había constituido en una localidad turística y se decía en Buenos Aires que el clima de este pueblo era muy saludable, apto para la cura de enfermedades pulmonares. Las familias porteñas llegaban al mediodía a dar un paseo por nuestras quintas y se volvían al atardecer. Para quienes no quisieran tomar el tren, se utilizaban todavía galeras y volantas, es decir, coches de caballos. Asimismo, parte del transporte de efectos y mercaderías dependía aún de la tracción animal: en 1881 aún se registra la existencia de 353 carros y carretas que contribuían a la circulación de bienes y personas. En 1869, todavía el 59% de la población del partido se consideraba rural, y se seguía destacando por su producción de trigo. En 1881, el Censo Provincial registra 3304 hectáreas cultivadas. A la ya preponderante agricultura se había agregado una próspera ganadería, pues desde que los campos fueron alambrados estas dos actividades pudieron convivir en forma pacífica. Ese mismo año se habla de 8673 cabezas de ganado vacuno, 2531 equinos y 9593 ovejas, lo cual no deja de asombrarnos a quienes no conocimos más que un Morón completamente urbanizado. Un elemento nuevo fue la llegada de inmigrantes. La colectividad más numerosa era la italiana, que en 1869 comprendía el 53% de la población extranjera del partido, y que desde 1867 contaba con organización mutual propia, que con los años se conformaría en la Sociedad Italiana de Socorros Mutuos. Le seguían en importancia las colectividades francesa y española, que también dispusieron de mutuales desde fines del siglo pasado.
Es de destacar que durante el último tercio del siglo XIX, el número de extranjeros que habitaban el partido de Morón se mantuvo en alrededor del 33%. Esto significaba que uno de cada tres moronenses era inmigrante, la mayor parte de ellos europeos.
Con la llegada de la inmigración, el partido de Morón se transformó substancialmente. El Censo de 1895 es el primero en indicar una tasa de población urbana superior a la rural: 55%. Cierto es que para entonces, Morón ya no era la única ciudad del partido: Ituzaingó fue fundada en 1872 y Haedo en 1886, y en Hurlingham ya habían levantado sus casas los primeros vecinos ingleses, que fundaron el Hurlingham Club en 1891.
Pero la población del partido sufrió otros cambios cualitativos no menos importantes. La existencia de una política educativa nacional, impulsada a partir de la acción ministerial de Sarmiento, repercutió en una mayor alfabetización de la población. En 1869, sólo alrededor del 10% de los niños entre 10 y 15 años asistía a la escuela, mientras que en 1895 ya lo hacían casi la mitad de los niños entre 6 y 14 años. A la Escuela N°1, con antecedentes desde por lo menos 1820, se habían sumado en 1882 la N°3 y en 1885 la N°4, ambas en la ciudad de Morón, además de establecimientos de educación primaria en Haedo, Hurlingham e Ituzaingó. Agreguemos a estos los colegios religiosos: el de María Auxiliadora, fundado por los Salesianos en 1882 para dar formación católica a las niñas, y el San José, colegio católico para varones fundado en 1892.
Es interesante destacar que de los niños que concurrían a la escuela, 431 eran varones y 459 eran mujeres. Posiblemente esto se debiera a que los muchachos, muchos de ellos pertenecientes a modestas familias de inmigrantes, debían colaborar con la manutención del hogar, participando del cultivo de las chacras o trabajando como aprendices en los talleres. Las tareas domésticas en que colaboraban las chicas, en cambio, tenían una mayor flexibilidad de horarios y les daban una mayor oportunidad de educarse.
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