martes, 5 de octubre de 2010

Partido de Morón - parte 3


Morón en tiempos del virreynato (1776-1810)

El pago de la Cañada de Morón no se constituyó en entidad administrativa independiente hasta 1785, en que por decisión del cabildo de la ciudad de Buenos Aires fue convertido en partido. Cuando esto sucedió, se le otorgó un territorio que se extendía desde el actual barrio porteño de Flores hasta el fortín de Lobos, en la frontera con los indígenas, y tuvo por máxima autoridad a un alcalde de la Santa Hermandad, nombrado por el cabildo, quien dirimía los conflictos entre los vecinos y perseguía a cuatreros y vagabundos.

Para entonces ya se había formado un reducido caserío en torno a la primitiva iglesia de Nuestra Señora del Buen Viaje, que ocupaba un conjunto de diez cuadras alrededor de la actual plaza de Morón y que fue el germen de lo que dos siglos más tarde sería nuestra populosa ciudad. Sin embargo, la mayor parte de la población del flamante partido era rural y vivía diseminada en chacras a orillas del arroyo Morón y del río Reconquista, dedicada al cultivo de trigo. El fortín de Lobos, por su parte, albergaba a varias decenas de soldados y sus familias, y se encontraba bajo las órdenes de un sargento mayor de milicias. La legislación colonial establecía que en el partido de Morón, considerado tierra de pan llevar, la agricultura tenía prioridad por sobre la ganadería. Estaba por lo tanto prohibida la crianza de animales, a excepción de las bestias de tiro al servicio de las labores agrícolas, como los bueyes para arar o los caballos atahoneros, y de los estrictamente necesarios para el consumo. Pero la documentación de la época nos indica que estas disposiciones fueron desobedecidas, y que en Morón no faltaron grandes criadores de ganado vacuno.

Su existencia generó conflictos entre dos actividades productivas cuya convivencia era entonces sumamente problemática, ya que la falta de alambrados impedía a los labradores contener a los animales ajenos, lo que a menudo les acarreaba la pérdida de sus cultivos. Las disputas entre uno y otro sector daban generalmente lugar a pleitos judiciales en los que el alcalde de la Hermandad se veía obligado a intervenir.

La presencia del camino real, que conducía a Chile y Perú, fue fundamental para el partido. Este camino, que es hoy la avenida Rivadavia, pasaba por el pueblito de Morón para dirigirse luego al río Reconquista, al que atravesaba por el que fue llamado desde entonces Paso del Rey. Un sitio alternativo para vadear el río era el llamado Paso de Morales, llamado así porque se hallaba sobre las tierras pertenecientes a Domingo Morales, en lo que luego sería la ciudad de Hurlingham. Como ninguno de estos vados tenía puente y debían pasarse a nado o en balsas hechas de cuero, el vecino Pedro Márquez construyó en 1771 un puente de madera sobre el Reconquista, el primitivo Puente Márquez, al que se llegaba a través del camino de Gaona. Existía en la zona una posta, que ofrecía caballos de refresco a los mensajeros oficiales del virrey que transitaban hacia el norte del país.

A finales del período colonial, el partido de la Cañada de Morón sufrió los primeros recortes en su territorio. Entre 1800 y 1805 se creó el partido de la Cañada de la Paja, que se extendía de Merlo hasta el fortín de Lobos. En 1806 Merlo volvió a integrarse a nuestra jurisdicción, pero San Salvador de los Lobos se segregó definitivamente para constituirse en partido. En 1807, finalmente, también San José de Flores se separó para convertirse en circunscripción independiente.

Morón de la emancipación a la presidencia de Rivadavia (1810-1827)

Una de los primeros cambios que afectó al partido de Morón después de la Revolución de Mayo tuvo que ver con la definición de su jurisdicción territorial. Durante el período colonial, los alcaldes de los partidos de la Matanza y Cañada de Morón habían entrado a menudo en conflicto por cuestiones de competencia. No fue hasta 1812 que se otorgó a cada uno un territorio propio, siéndole asignado al primero el que se hallaba recostado sobre el río Reconquista, mientras que el segundo debió resignarse a actuar en el que se cernía sobre el río Matanza. El límite que se estableció entre ambos sigue estando en vigencia: el camino de Burgos, que es hoy la calle Don Bosco.

En 1815, la población moronense fue censada por primera vez tras haber concluido la dominación española. Este empadronamiento vino a confirmar lo que venía sucediendo desde hacía un siglo: predominaban los agricultores, que resultaron ser entonces el 56,5% de los habitantes del partido. El mismo también nos muestra, no obstante, que la aplicación de la legislación española no había logrado desarraigar la ganadería, ya que el 26,3% de los pobladores subsistía gracias a la crianza de animales. El resto de los censados se componía fundamentalmente de trabajadores manuales (zapateros, panaderos, carniceros, veleros, pulperos, carpinteros, sastres y otros, que sumaban el 3,3 %) y de comerciantes (2%), algunos de los cuales residían en el pueblito de Morón. El partido de Morón, como todos los que componían de la Provincia de Buenos Aires, fue controlado a partir de 1822 por un juez de paz, funcionario nombrado por el gobernador que vino a reemplazar a los alcaldes de la Santa Hermandad.

En nuestro caso, esta reforma vino acompañada de un reordenamiento jurisdiccional. El 6 de febrero de ese mismo año el partido de La Matanza fue suprimido para volver a reunirse con el de Morón. Pero esta reunificación fue transitoria, ya que el 29 de abril de 1825 el Tribunal Superior de Justicia restableció el juzgado de paz de La Matanza con sus límites anteriores, señalándole por territorio “todo el que sea de hacendados desde donde acaban las tierras de labranza”. A resultas de esto último, el partido de Morón se circunscribió desde entonces a una extensa franja territorial que se extendía desde los actuales municipios de San Martín y Tres de Febrero hasta los de Merlo, Marcos Paz y General Las Heras. Mientras tanto, el pueblito de Morón continuaba creciendo lentamente. Refiere el padre Juan Presas que en 1824 una delegación pontificia atravesó el territorio argentino para informarse de la situación de los fieles de nuestro país, y el 16 de enero de ese año recaló en la villa de Morón. Este se componía, según refiere el diario de uno de los sacerdotes que integraban dicha misión, de “pequeñas casas de veraneo, dispersas por una y otra parte, pobres casuchas y rancheríos”. El camino que conducía al poblado era bueno, ya que muchos vecinos pudientes de Buenos Aires habían elegido la zona para retirarse a descansar con sus familias, pero las casas de hospedaje y las quintas donde éstos pasaban sus vacaciones contrastaban con los míseros ranchos de adobe de los agricultores que sembraban trigo en las chacras cercanas.

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