En esta fecha se aplicó por primera vez la vacuna contra la tuberculosis desarrollada por los científicos franceses Albert Calmette y Camille Guérin, quienes la prepararon utilizando una forma atenuada del bacilo bovino.
En 1865, Villemin, había demostrado la inoculabilidad de la tuberculosis en los animales. El 24 de marzo de 1882, Roberto Koch anunciaba el descubrimiento del bacilo de la tuberculosis: “sabemos -decía- que este parásito no encuentra sus condiciones de existencia, sino en el cuerpo del hombre y de los animales y que no puede desarrollarse, como el bacilo del carbón, en el medio ambiente: es ésta una adquisición muy consoladora desde el punto de vista de la lucha contra la tuberculosis y de ello deriva que es preciso dedicarse, ante todo, a segar las fuentes de donde proviene la infección. Una de ellas y ciertamente la principal, es la expectoración de los tísicos, que es necesario desinfectar y tomarla inofensiva”.
Es posible que la tuberculosis la hayan padecido los animales, milenios antes de la aparición del hombre sobre la tierra. Alrededor de 5.000 años a.C. se encontraron lesiones de las vértebras cervicales en el esqueleto de un joven, atribuidas a la tuberculosis. En la India se comprobó la enfermedad 1.000 años a.C. y los médicos griegos y romanos, ya conocían la tuberculosis pulmonar (fiebre héctica). En América la enfermedad estuvo presente precediendo al arribo de los conquistadores, como lo atestiguan lesiones pulmonares y óseas encontradas en momias. Sin embargo, con la llegada de aquellos, se produjo rápidamente su propagación entre los aborígenes, matando en muchas regiones a casi toda la población nativa, como aconteció en la Patagonia y Tierra del Fuego.
Esta enfermedad “tan temida, mal interpretada y de tratamiento insatisfactorio, que no distinguía estados sociales, rangos o actividades”, tendría en la segunda mitad del siglo XIX, importantes hitos, que finalmente conducirían a medidas de prevención y terapias eficaces.
Las experiencias en el Instituto Pasteur del microbiólogo Albert León Charles Calmette y del veterinario Camile Guérin dan como resultado una sustancia que se puede considerar como la primera vacuna del siglo XX. Partieron de la base en 1906 de que la inmunidad contra la tuberculosis sólo era posible cuando había en el organismo bacilos tuberculosos. Al principio la vacuna fue experimentada en animales, y en 1921 se hizo la primera aplicación en el ser humano. Inicialmente aplicada por vía digestiva a los niños en los primeros días de la vida con 1 centígramo de cultivo vivo emulsionada en una solución de glicerina.
La vacuna BCG (Bacilo Calmette-Guérin) sigue siendo actualmente la única forma de prevenir esta grave enfermedad.
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