.
Otro de los temas poco difundidos es el enfrentamiento de San Martín con Bernardino Rivadavia. Cuando El Libertador está en el Perú, el gobierno de Buenos Aires –encabezado por Martín Rodríguez y cuyo secretario era Rivadavia- le niega todo tipo de apoyo. Claro, San Martín envía a su delegado peruano Gutiérrez de la Fuente, quien recibe el apoyo del general Bustos, de Córdoba, pero el gobierno de Martín Rodríguez lo tiene un mes esperando y no le da apoyo económico indispensable y el proyecto se frustra. San Martín pide reforzar el ejército auxiliar del Perú para poder atacar a los realistas por el Norte y el Sur. En esto incide una vieja historia de enconos con Rivadavia que venía desde la época del Primer Triunvirato, en 1812, que había sido destruido por San Martín y Ortiz de Ocampo. La primera acción militar de San Martín es San Lorenzo, sino la Plaza de la Victoria, cuando echa al Primer Triunvirato con los granaderos que por entonces estaba formando. El factótum de ese gobierno era Rivadavia y, una década después, como secretario de Martín Rodríguez, trabó el pedido que San Martín hacía desde Perú. Con las noticias que le llegan desde Buenos Aires, San Martín va a entrevistar a Bolívar en Guayaquil. A esa reunión va solo, sin el apoyo de su gobierno.
¿Qué sucedió en Guayaquil, en el encuentro con Simón Bolívar que dio lugar a tantas leyendas? No hay misterios. Bolívar no le podía dar los nueve mil hombres que le pedía San Martín. Allí Bolívar le asegura que mientras San Martín esté en el Perú, el ejército de la Gran Colombia no iba a entrar en ese territorio. Pero Bolívar realmente no podía apoyarlo. San Martín, sin la ayuda de Buenos Aires y ante la imposibilidad de la colaboración de Bolívar, se quedó solo. Entonces decidió irse a Cuyo y atender su chacra en Mendoza. Mientras tanto, Bolívar envía el ejército de Sucre que derrota definitivamente a los españoles y más tarde crea la República de Bolivia, y queda así cercenada una parte importante de lo que había sido el Virreinato del Río de la Plata. En una carta al mariscal Castilla enviado cuando ya vivía en Europa, San Martín le cuenta lo que pasó y dice: “Yo debía haber fusilado a unos cuantos de los míos, pero me habían acompañado tanto”. Lo de Sucre es una idea propia, Bolívar no era partidario de la división de Bolivia. Hay correspondencia sobre ese tema entre Sucre y Bolívar. A Sucre lo ayudó mucho la posición de Rivadavia. Y no sólo por no haber prestado la ayuda inicial, sino porque la orden que tenía el general Alvarado, hombre enviado por Rivadavia a la frontera, era entregar el territorio al norte del río Desaguadero. Rivadavia tenía una concepción muy ilustrada del territorio, sólo le importaba la ciudad de Buenos Aires. Él quería un país chico, pero culto e ilustrado.
A tal punto llegaba el enfrentamiento que cuando San Martín volvió del Perú y se instaló en Mendoza, Rivadavia intentó arrestarlo e inclusive atentar contra su vida. Es cierto. Primero le pusieron un espía y cuando se enteraron que tenía intenciones de viajar a Buenos Aires para ver a su mujer que estaba muy enferma le pusieron partidas en el camino para liquidarlo. Ahí fue cuando Estanislao López, el caudillo de Santa Fe, le dijo que si quería él lo iba a proteger. En ese momento San Martín decidió dejar el país. Los doctores de Buenos Aries lo acusaban de tener aspiraciones políticas y creían que representaba un verdadero peligro para su futuro.
¿Qué pasó cuando en 1829 San Martín regresó de Europa y llegó hasta Montevideo? San Martín volvió porque lo llamó el entonces gobernador Dorrego. Lo había convocado porque todavía no había terminado la guerra contra el Brasil y ya había caído su enemigo Rivadavia. La idea de Dorrego era que San Martín se hiciese cargo del conflicto militar. Pero cuando llegó, Dorrego había sido asesinado y los autores del crimen habían sido Rivadavia y sus agentes, eso lo dijo el propio San Martín en una carta de la época. Juan Lavalle era sólo la cara del golpe, “la espada sin cabeza”, como diría años después Esteban Echeverría. San Martín no quiso darle amparo con su prestigio a ese gobierno y retornó a Europa para siempre.
¿Qué hay de cierto con respecto a la historia que asegura que cuando fueron repatriados los restos de San Martín la jerarquía de la Iglesia Católica se oponía a que la tumba fuera instalada en la Catedral, debido a su condición de masón? Eso es cierto. La Iglesia argentina –debido a estas imprecisiones que existían en torno de San Martín respecto de su participación en las logias masónicas- creía que San Martín era verdaderamente masón. Entonces decidieron hacer el templete fuera del recinto sagrado de la Catedral, por las dudas. Ahí es donde puede verse hoy. En ese momento la fobia a la masonería era muy fuerte por parte de la Iglesia, hacía poco tiempo que el Pontífice había condenado la masonería.
¿Cómo se llegó a esta concepción tipo Billiken que hoy se tiene de la figura de San Martín? Ha habido una necesidad política de construir un mito por el cual se supone que desde 1810 todo salio bien. La historia argentina es la suma de islotes gloriosos y luminosos, salpicados por islotes negros. Los héroes son aquellos que en alguna medida apoyaron el proyecto, los que no querían el proyecto quedaron de lado. Esta es la historia que cuenta Bartolomé Mitre. Una historia que pretendía negar el San Martín humano. Como no podía evitarlo, era preferible construirlo liviano, rosadito. Es por eso que estas historias son prácticamente desconocidas para el común de la gente. Era mejor hablar de El Gran Capitán de los Andes y nada más. Porque si se empezaba a escarbar y se les decía a los chicos que San Martín era enemigo de Rivadavia; que además se escribía con Rosas o que le donó el sable corvo de Los Andes por su lucha contra el bloqueo anglo-sajón, o que conspiró para derrocar el gobierno del Primer Triunvirato porque no había consultado la voluntad del pueblo, la cosa cambiaba. Ya no podría ser El Santo de la Espada y se tornaría en una figura contradictoria e inmanejable porque estaría vinculada con la política. Sería otro San Martín, estaría demasiado vivo y se tornaría peligroso.
Otro de los temas poco difundidos es el enfrentamiento de San Martín con Bernardino Rivadavia. Cuando El Libertador está en el Perú, el gobierno de Buenos Aires –encabezado por Martín Rodríguez y cuyo secretario era Rivadavia- le niega todo tipo de apoyo. Claro, San Martín envía a su delegado peruano Gutiérrez de la Fuente, quien recibe el apoyo del general Bustos, de Córdoba, pero el gobierno de Martín Rodríguez lo tiene un mes esperando y no le da apoyo económico indispensable y el proyecto se frustra. San Martín pide reforzar el ejército auxiliar del Perú para poder atacar a los realistas por el Norte y el Sur. En esto incide una vieja historia de enconos con Rivadavia que venía desde la época del Primer Triunvirato, en 1812, que había sido destruido por San Martín y Ortiz de Ocampo. La primera acción militar de San Martín es San Lorenzo, sino la Plaza de la Victoria, cuando echa al Primer Triunvirato con los granaderos que por entonces estaba formando. El factótum de ese gobierno era Rivadavia y, una década después, como secretario de Martín Rodríguez, trabó el pedido que San Martín hacía desde Perú. Con las noticias que le llegan desde Buenos Aires, San Martín va a entrevistar a Bolívar en Guayaquil. A esa reunión va solo, sin el apoyo de su gobierno.
¿Qué sucedió en Guayaquil, en el encuentro con Simón Bolívar que dio lugar a tantas leyendas? No hay misterios. Bolívar no le podía dar los nueve mil hombres que le pedía San Martín. Allí Bolívar le asegura que mientras San Martín esté en el Perú, el ejército de la Gran Colombia no iba a entrar en ese territorio. Pero Bolívar realmente no podía apoyarlo. San Martín, sin la ayuda de Buenos Aires y ante la imposibilidad de la colaboración de Bolívar, se quedó solo. Entonces decidió irse a Cuyo y atender su chacra en Mendoza. Mientras tanto, Bolívar envía el ejército de Sucre que derrota definitivamente a los españoles y más tarde crea la República de Bolivia, y queda así cercenada una parte importante de lo que había sido el Virreinato del Río de la Plata. En una carta al mariscal Castilla enviado cuando ya vivía en Europa, San Martín le cuenta lo que pasó y dice: “Yo debía haber fusilado a unos cuantos de los míos, pero me habían acompañado tanto”. Lo de Sucre es una idea propia, Bolívar no era partidario de la división de Bolivia. Hay correspondencia sobre ese tema entre Sucre y Bolívar. A Sucre lo ayudó mucho la posición de Rivadavia. Y no sólo por no haber prestado la ayuda inicial, sino porque la orden que tenía el general Alvarado, hombre enviado por Rivadavia a la frontera, era entregar el territorio al norte del río Desaguadero. Rivadavia tenía una concepción muy ilustrada del territorio, sólo le importaba la ciudad de Buenos Aires. Él quería un país chico, pero culto e ilustrado.
A tal punto llegaba el enfrentamiento que cuando San Martín volvió del Perú y se instaló en Mendoza, Rivadavia intentó arrestarlo e inclusive atentar contra su vida. Es cierto. Primero le pusieron un espía y cuando se enteraron que tenía intenciones de viajar a Buenos Aires para ver a su mujer que estaba muy enferma le pusieron partidas en el camino para liquidarlo. Ahí fue cuando Estanislao López, el caudillo de Santa Fe, le dijo que si quería él lo iba a proteger. En ese momento San Martín decidió dejar el país. Los doctores de Buenos Aries lo acusaban de tener aspiraciones políticas y creían que representaba un verdadero peligro para su futuro.
¿Qué pasó cuando en 1829 San Martín regresó de Europa y llegó hasta Montevideo? San Martín volvió porque lo llamó el entonces gobernador Dorrego. Lo había convocado porque todavía no había terminado la guerra contra el Brasil y ya había caído su enemigo Rivadavia. La idea de Dorrego era que San Martín se hiciese cargo del conflicto militar. Pero cuando llegó, Dorrego había sido asesinado y los autores del crimen habían sido Rivadavia y sus agentes, eso lo dijo el propio San Martín en una carta de la época. Juan Lavalle era sólo la cara del golpe, “la espada sin cabeza”, como diría años después Esteban Echeverría. San Martín no quiso darle amparo con su prestigio a ese gobierno y retornó a Europa para siempre.
¿Qué hay de cierto con respecto a la historia que asegura que cuando fueron repatriados los restos de San Martín la jerarquía de la Iglesia Católica se oponía a que la tumba fuera instalada en la Catedral, debido a su condición de masón? Eso es cierto. La Iglesia argentina –debido a estas imprecisiones que existían en torno de San Martín respecto de su participación en las logias masónicas- creía que San Martín era verdaderamente masón. Entonces decidieron hacer el templete fuera del recinto sagrado de la Catedral, por las dudas. Ahí es donde puede verse hoy. En ese momento la fobia a la masonería era muy fuerte por parte de la Iglesia, hacía poco tiempo que el Pontífice había condenado la masonería.
¿Cómo se llegó a esta concepción tipo Billiken que hoy se tiene de la figura de San Martín? Ha habido una necesidad política de construir un mito por el cual se supone que desde 1810 todo salio bien. La historia argentina es la suma de islotes gloriosos y luminosos, salpicados por islotes negros. Los héroes son aquellos que en alguna medida apoyaron el proyecto, los que no querían el proyecto quedaron de lado. Esta es la historia que cuenta Bartolomé Mitre. Una historia que pretendía negar el San Martín humano. Como no podía evitarlo, era preferible construirlo liviano, rosadito. Es por eso que estas historias son prácticamente desconocidas para el común de la gente. Era mejor hablar de El Gran Capitán de los Andes y nada más. Porque si se empezaba a escarbar y se les decía a los chicos que San Martín era enemigo de Rivadavia; que además se escribía con Rosas o que le donó el sable corvo de Los Andes por su lucha contra el bloqueo anglo-sajón, o que conspiró para derrocar el gobierno del Primer Triunvirato porque no había consultado la voluntad del pueblo, la cosa cambiaba. Ya no podría ser El Santo de la Espada y se tornaría en una figura contradictoria e inmanejable porque estaría vinculada con la política. Sería otro San Martín, estaría demasiado vivo y se tornaría peligroso.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario