viernes, 17 de abril de 2009

Golpe de Estado de 1966 - El General Ongania



El autoritarismo fue la principal característica del gobierno del General Juan Carlos Onganìa.

36.° Presidente de la Nación Argentinade facto 29 de junio de 1966 – 8 de junio de 1970 Precedido por Arturo Umberto IlliaSucedido tras el golpe del 28 de junio de 1966 por Junta Militar (de facto) Sucedido por Junta Militar (de facto)Sucedida el 18 de junio de 1970 por Roberto M. Levingston(de facto) Nacimiento 17 de marzo de 1914Marcos Paz, Buenos Aires, Argentina Fallecimiento 8 de junio de 1995 (81 años)Buenos Aires, Argentina Partido Frente para la Coincidencia Patriótica Profesión Militar

La Revolucion Argentina

El 28 de junio de 1966 un levantamiento militar liderado por el General Juan Carlos Onganía derrocó al Presidente Arturo Illia. El golpe dio origen a una dictadura autodenominada Revolución Argentina, que ya no se presentó a sí misma como «gobierno provisional», como en todos los golpes anteriores, sino que se estableció como un sistema de tipo permanente. Este tipo de dictaduras militares permanentes, se instalaron por entonces en varios países latinoamericanos en esos años (Brasil, Chile, Uruguay, Bolivia, Paraguay)

Características del Gobierno de Onganía

La Revolución Argentina dictó en 1966 un Estatuto que tenía nivel jurídico superior a la Constitución y en 1972 introdujo reformas constitucionales, algo que también la distinguió de las dictaduras anteriores. En general la dictadura adoptó una ideología fascista-católica-anticomunista, apoyada abiertamente tanto por Estados Unidos como por los países europeos
La alta conflictividad política y social generada durante la Revolución Argentina y las luchas entre los diversos sectores militares produjeron dos golpes internos, sucediéndose en el poder tres dictadores militares: Juan Carlos Onganía (1966-1970),


Marcelo Levingston (1970-1971) y Alejandro Agustín Lanusse (1971-1973).
Económicamente la dictadura entregó el Ministerio de Economía a los sectores civiles más conservadores-liberales, cuyo máximo exponente fue Adalberto Krieger Vasena, quien ya había sido ministro de la Revolución Libertadora. Hay que señalar sin embargo, que durante la dictadura de Levingston, predominó un sector nacionalista-desarrollista de las Fuerzas Armadas, que nombró Ministro de Economía al radical Aldo Ferrer.
Acosada por una insurrección popular creciente y generalizada, la dictadura organizó una salida electoral con participación del peronismo (aunque impidiendo la candidatura de Perón), en 1973, en la que triunfó precisamente el candidato peronista Héctor J. Cámpora, con el 49,53% de los votos, asumiendo el 25 de mayo de 1973.
Cámpora renunció para permitir elecciones libres, en las que ganó Juan Perón con el 62% de los votos, quien moriría menos de un año después de haber sido electo, y el gobierno peronista, en manos ahora de la Vicepresidenta María Estela Martínez de Perón, sería también derrocado por un golpe militar en 1976.

La Revolución Argentina partía de una concepción simplista de la política y de la sociedad al suponer que los problemas se solucionarían cancelando la actividad de los partidos. Consideraba al sistema representativo una rémora del pasado, a diferencia de los generales Justo, Perón y Aramburu, quienes lo habían defendido aunque con restricciones.
El grueso del país, que más allá de su justificado escepticismo también creía en las instituciones, empezó a buscar soluciones inspiradas en otras experiencias. Esta búsqueda era la de universitarios, sindicalistas, sacerdotes y juventudes políticas. Entre ellos estaban Mario Roberto Santucho, Fernando Abal Medina, el padre Carlos Mugica, Juan García Elorrio, el Movimiento de Sacerdotes para el Tercer Mundo, Raimundo Ongaro y la CGT de los Argentinos, los sindicatos clasistas de la industria cordobesa, Agustín Tosco y René Salamanca, Dardo Cabo, la Juventud Peronista.

Por otra parte la cancelación de la política operó una suerte de milagro: lllia y Perón empezaron a considerar posibles acciones conjuntas de la oposición civil".
Pese a las múltiples quejas de empresarios y sindicalistas y de la crisis de la balanza de pagos en 1962, hubo en la década de 1960 un sostenido crecimiento económico. El desarrollismo de Frondizi significó un importante aporte de capitales extranjeros en la industria: con Illia se recuperaron el sector agropecuario y la industria, bajó la deuda externa y subió el salario. De modo que la Revolución Argentina encontró una situación bastante saludable que los grupos de poder económico se propusieron usufructuar.
Según Guillermo O'Donnell, la gran burguesía oligopólica y transnacional aspiraba a mejorar la acumulación de capital en condiciones estables, sin las concesiones a que está obligada la clase política en un sistema de partidos y en los gobiernos populistas. La Cámara Argentina de Comercio, la Bolsa de Comercio, la Unión Industrial, la Sociedad Rural, CARBAP, la Asociación de Bancos y ACIEL (Instituciones Empresarias Libres) apoyaban la dictadura: ese régimen aséptico y "apolítico" les garantizaba que sólo los militares y las grandes empresas accederían al poder.

Sin embargo, Onganía, en vez de designar ministro de Economía al preferido de estos grupos, el ingeniero Alsogaray, nombró a Néstor Salimei, industrial del aceite de tendencia nacionalista. Su desgaste fue rápido. Lo reemplazó Adalbert, Krieger Vasena, un "liberal autoritario" quien se propuso reducir la inflación y el déficit fiscal y apoyar la creación de bienes durables; para ello aplicó retenciones a las exportaciones agropecuarias, congeló los salarios e incrementó los servicios públicos.
"El país de las vacas y el trigo quedó atrás." Esta afirmación de Onganía en el discurso de apertura de la fiesta anual de la Sociedad Rural en Palermo disgustó a los muy sensibilizados estancieros. Había asistido a la gran fiesta del campo en una carroza de época, como si tuviera un poder casi monárquico, lo que en cierto modo era verdad.

Mediante aportes de capital extranjero y alta inversión estatal se llevaron a cabo obras públicas de envergadura proyectadas anteriormente, como el puente Zárate-Brazo Largo que vincula a Entre Ríos con Buenos Aires; el dique El Chocón (Neuquén) que genera energía para el conurbano bonaerense; la central atómica de Atucha y la ampliación de la red de caminos y de puentes que conectan a la Mesopotamia con el país y con las naciones limítrofes.

Los gobernadores de las provincias del noroeste (NOA) fueron beneficiados con proyectos de desarrollo hídrico para zonas áridas de La Rioja y Catamarca. En las reuniones de carácter regional se plantearon las carencias en materia de conexiones de redes eléctricas, aeropuertos y rutas y se trató de darles una solución rápida. El gobierno no estaba dispuesto a hacer concesiones a los jefes sindicales fuera de los gestos amistosos de la primera hora. Reprimió con dureza la huelga portuaria de fines del 66 y la huelga general anunciada en marzo del 67 por la central obrera. Gremios tan importantes como los metalúrgicos perdieron la personería, se despidió a dirigentes ferroviarios contrarios a la racionalización del sistema y se congelaron los fondos sindicales. Quedaba así en claro que el Estado controlaría los salarios por lo que la participación de éstos en el PBl bajó algunos puntos.

El 8 de Junio de 1970 el sector liberal del Ejército lo obliga a renunciar a Onganía

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