Al mismo tiempo, la extrema izquierda federal, mandada por el coronel Servando Gómez, apoyó el avance del ala izquierda, mandada por el coronel José María Flores, contra las fuerzas orientales del coronel Pedro Mendoza.
Si bien la caballería unitaria de este lado logró hacer retroceder a los federales, la herida y posterior muerte de Mendoza desorientó a sus hombres, que abandonaron el campo de batalla. En las filas de Flores estaban los coroneles porteños Cayetano Laprida, Vicente González, Nicolás Granada y el futuro caudillo federal Juan de Dios Videla.
Si bien la caballería federal logró ventajas evidentes, fue el centro el que decidió la batalla. La infantería del general Ángel Pacheco atacó a la artillería oriental, mandado por el coronel Santiago Lavandera (sobrino de Rivera) y dividida en dos fracciones, al mando de los coroneles unitarios Martiniano Chilavert y José María Pirán. Las divisiones federales de los coroneles Mariano Maza, Pedro Ramos, Jerónimo Costa, Cesáreo Domínguez y Marcos Rincón avanzaron hasta los cañones a paso rápido y desplazaron a los artilleros. Este ataque estuvo apoyado por la artillería del coronel Juan Bautista Thorne y del teniente coronel José María Francia.
La reserva unitaria, formada por los correntinos del general Ramírez “chico”, tuvo que lanzarse a la lucha muy temprano para defender las posiciones de las alas de caballería, por lo que no pudo ser utilizada más tarde. La reserva federal, en cambio, al mando del coronel Manuel Urdinarrain, tuvo la oportunidad de apoyar alternativamente a Urquiza y a Gómez.
La infantería y artillería de Rivera, separadas de las alas de caballería, se retiraron lentamente, perdiendo en su marcha varios oficiales, como los coroneles Francisco Sayós, Joaquín de Vedia, Bernardo Henestrosa y Nicolás Tedeschi, quien se suicidó para no rendirse.
Los vencidos tuvieron 2.000 muertos y 1.400 prisioneros, perdiendo, además, la artillería, la munición y 24.000 caballos. Toda la artillería y la infantería cayeron en poder del enemigo; los oficiales, y se dice que incluso los cabos y sargentos, fueron ejecutados, mientras los soldados se incorporaron al ejército de Oribe. En particular, los blancos uruguayos se ensañaron con los colorados, ya que los consideraban traidores por haber derrocado al gobierno legal con ayuda extranjera.
Las bajas de los federales sumaron 300 entre muertos y heridos.
La caballería vencida, en cambio, logró retirarse sin demasiadas pérdidas. Por supuesto, se dividió entre los orientales (y los santafesinos de López), que cruzaron el río hacia Montevideo, y los correntinos que regresaron a su provincia. En el mando de los primeros se destacaron los coroneles Anacleto Medina y Manuel Olazábal, que reorganizaron relativamente las fuerzas.
La Guerra Grande
Esta batalla marcó el final de la guerra iniciada en la Argentina en 1839, y significó el comienzo de la llamada Guerra Grande en Uruguay. En realidad, en la visión de Oribe y sus partidarios, ésta fue la continuación de la que había desatado a partir de 1836 Rivera contra Oribe. Sólo que, entre medio, habían pasado cuatro años.
Rivera se retiró rápidamente hacia el sur, pensando que sería perseguido de cerca por Oribe. Algunos jefes colorados mantuvieron la defensa durante algunas semanas en el norte del país, pero fueron barridos hacia el sur.
Oribe comenzó la persecución con notable atraso, y perdió semanas solucionando problemas menores lo que dio al gobierno colorado la oportunidad de reunir un ejército de 5.000 hombres.9 Para cruzar el río con toda su infantería y artillería tuvo que ser trasladado por las naves de la flota de Rosas. Sólo después de completado este traslado, comenzó la lenta marcha hacia Montevideo, al paso de los bueyes que trasladaban los cañones. Llegó el 16 de febrero de 1843 frente a la capital, donde la defensa había sido preparada por el general Paz.
En lugar de tomar la ciudad por asalto, cosa que hubiera causado grandes daños a la población, decidió sitiarla. Tras varios choques en los alrededores, las posiciones quedaron prácticamente fijas por los siguientes ocho años. La razón de tan larga resistencia estuvo en el apoyo prestado a la ciudad sitiada por las flotas francesa e inglesa (y después la brasileña) a los sitiados; una gran cantidad de los defensores, incluso, eran franceses.
Además, desde 1845 en adelante, las flotas europeas bloquearon el puerto de Buenos Aires y atacaron el río Paraná. El sitio, con sus combates, y las operaciones que hicieron los jefes colorados por el interior del país fueron lo que se suele llamar la “guerra grande”.
El gobernador Urquiza apoyó el cruce del río por Oribe y luego se lanzó, al frente de 1.200 hombres, sobre Corrientes. La caballería correntina no atinó a ofrecer una resistencia eficaz, y muchos de sus jefes huyeron al Brasil o se pasaron a las fuerzas de Urquiza. Ferré abandonó el país hacia Paraguay, y como acababa de terminar su período de gobierno, fue elegido en su lugar Pedro Cabral, jefe del partido federal.
La guerra civil argentina seguiría en los años siguientes en forma de breves y poco importantes revueltas contra los federales en el interior. La única provincia que volvería a representar un peligro para el régimen de Rosas sería la de Corrientes, que bajo el mando de Joaquín Madariaga volvería a rebelarse hacia fines de 1843. Caería finalmente en manos federales en 1847, sólo para unirse cuatro años más tarde al mismo Urquiza en la campaña que derrocaría a Rosas en la batalla de Caseros, no sin antes derrotar a Oribe, aún a las puertas de Montevideo.
Monumento en San Salvador
El 6 de diciembre de 2012, con motivo de conmemorarse el 170 aniversario de la batalla de Arroyo Grande, el Centro de Estudios Históricos Regionales San Salvador y las comunidades de San Salvador y General Campos, destacaron la batalla porque a pesar de que salvó la la soberanía de nuestro país de otro intento del imperio británico desde las sombras, se está olvidando en el tiempo.
El 6 de diciembre de 1972 el Centro de Estudios Históricos Regionales San Salvador levantó un monumento a los caídos en Arroyo Grande. El concejo deliberante de San Salvador declaró de “Interés Histórico Cultural al Monumento a los Caídos en la Batalla de Arroyo Grande”, que fue incorporado al Patrimonio Histórico Arquitectónico de la provincia de Entre Ríos.
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