lunes, 27 de enero de 2014

Camino Real, con Carlos Di Fulvio 2/3

El poeta con mística tanguera



Evaristo Carriego describió como pocos en sus versos al barrio, los cafés y los guapos.


Es curioso y llama la atención. El hombre nunca escribió un tango pero en su obra siempre aludió a elementos muy tangueros como el barrio, las novias solas, los hombres con secretos llenos de tristezas… Por eso se lo menciona como “el primer espectador de nuestros barrios pobres”, según definición de Jorge Luis Borges. Y hay otra curiosidad: a pesar de haber pintado en sus escritos la vida y las cosas de la Ciudad, ni siquiera había nacido en Buenos Aires. Su nombre completo era Evaristo Francisco Estanislao Carriego. Sin embargo, en sólo 29 años de vida, se convirtió en Evaristo Carriego, de profesión poeta.
Había nacido en Paraná, Entre Ríos, el 7 de mayo de 1883. Cuatro años después, la familia se mudó a La Plata. Y cuando el chico ya había cumplido los 6, hubo otro cambio, esta vez para siempre: se instalaron en Honduras 84 (hoy 3784, entre Bulnes y Mario Bravo). En aquel barrio, Evaristo iba a encontrar el atalaya, ese mirador especial, que lo conectaría con la vida en los suburbios de una ciudad que se llenaba de inmigrantes y mezclaba idiomas en una Babel rioplatense. Si La Boca y Barracas eran el Sur del arrabal, Palermo y el vecino arroyo Maldonado, lo eran en el Norte. Sólo alcanzaba con mirar.
Después de la primaria y algunos años de secundaria, lo orientaron para que hiciera una carrera militar. Pero, por suerte, su miopía le jugó en contra y el adolescente cambió el destino de la espada por el de las palabras. Además, en 1906, se hizo masón ingresando a la Logia Esperanza.
Ya la vida bohemia se había convertido en su razón de ser y empezó a frecuentar redacciones anarquistas como la de “La Protesta”. Después publicaría en “Ideas” y “Caras y Caretas”. También estaban los cafés inspiradores como “Los Inmortales”, donde imponía sus versos. Para entonces ya estaba fascinado con el nicaragüense Rubén Darío y con el argentino Pedro Bonifacio Palacios (Almafuerte). Y amaba la historia, en general, y la vida de Napoleón Bonaparte, en especial.
En 1908, Carriego publicó su primer libro de poemas. Se titulaba “Misas herejes”. Las “misas” eran mensajes y eran “herejes” porque estaban fuera de lo que se consideraba rectitud. En aquellos cinco “sectores” que formaban el libro (“Viejos sermones”; “Envíos”; “Ofertorios galantes”; “El alma del suburbio” y “Ritos en la sombra”) estaba lo que después se conocería como “la mística tanguera”. Algo que se acentuó con los poemas póstumos publicados en 1913 (Carriego murió en octubre de 1912) bajo el título “La canción del barrio”, donde estaban los guapos, el café, el barrio y hechos cotidianos como, por ejemplo, un casamiento o un velorio.
“El libro sin abrir y el vaso lleno/ Con esto para mí nada hay ausente/ Podemos conversar tranquilamente:/ La excelencia del vino me hace bueno” , escribió alguna vez ese poeta que siempre vestía de negro o azul oscuro. También escribió: “Está lloviendo paz. ¡Qué temas viejos / reviven en las noches de verano!.../ Se queja una guitarra allá a lo lejos/ y mi vecina hace reír al piano” .
Para algunos murió por una peritonitis; para otros, por algo más acorde con un poeta como él: tuberculosis. Lo cierto es que Evaristo Carriego caló hondo en la historia bohemia y la literatura popular de Buenos Aires. Su influencia se iba a reflejar después en otros poetas y escritores.
Entre ellos un muchacho que tampoco era de la Ciudad (había nacido en Añatuya, Santiago del Estero) y sin embargo también se mantiene como uno de sus referentes literarios y culturales más preciados. En los registros aparece bajo el nombre Homero Nicolás Manzione, aunque en la memoria se lo recuerda solamente como Homero Manzi. Pero esa es otra historia.


Recorrido histórico: políticas económicas en la Argentina

sábado, 25 de enero de 2014

Río Negro - La población y su desarrollo



La historia del poblamiento de Río Negro puede resumirse en el origen y desarrollo de los tres principales centros de asentamiento de sus habitantes: Viedma, el Alto Valle y San Carlos de Bariloche.
En 1779 Francisco Fernández de Viedma desembarcó en la costa sur del Río Negro e instaló allí a los colonos que lo acompañaban.

Pero una gran inundación los obligó a los dos meses a trasladarse a la orilla opuesta dando origen a Carmen de Patagones.
Sin embargo la costa sur luego fue repoblada y así nació el pueblo de Mercedes de Patagones, desarrollándose las actividades agrícolas en el valle inferior del río.
En 1879 el pueblo tomó el nombre de Viedma en homenaje a su fundador y, cuando Río Negro se constituyó como Territorio Nacional en 1885, pasó a ser su capital.

General Roca, la más antigua ciudad del Alto Valle, nació por decisión del general Lorenzo Vintter para consolidar el avance de las tropas expedicionarias que redujeron a los araucanos luego de tres siglos de enfrentamientos.
A los soldados se sumaron pronto riojanos y sanjuaninos expertos en el manejo del riego en zonas áridas.
En 1884 un grupo de inmigrantes alemanes fracasó en su intento de instalarse en el valle.
A ellos siguió un grupo de colonos franceses, los que en colaboración con las tropas militares y bajo la dirección de Hilarión Fourques construyeron el primer canal de riego del Alto Valle que fue la base de la gran producción agrícola e industrial que se iniciaría en esa época y se consolidaría con la llegada del ferrocarril en 1899.

Surgieron así varios pueblos en el Alto Valle.
Cipolletti en 1903, al lado del viejo fortín Primera División, Allen en 1907, Ingeniero Huergo en 1912 y por obra de inmigrantes valencianos, luego Villa Regina, por obra de la Compañía Italo Argentina de Colonización.

Entre 1922 y 1925 comenzó la plantación masiva de los frutales que darían fama internacional a Río Negro. En la década de los años treinta se instalaron las primeras plantas procesadoras, produciendo un desarrollo agroindustrial de características muy singulares y que hicieron progresar rápidamente a todo el Alto Valle, consolidando su poblamiento.

San Carlos de Bariloche nació en 1895.
Su fundador fue Carlos Wiederhold, quien inicia las primeras construcciones en la localidad junto con su hermano Hernán.
El pueblo tuvo un rápido crecimiento por su relación comercial con Chile.

Al crearse el Parque Nacional Nahuel Huapi en 1924 se organizaron las primeras excursiones turísticas a la zona, en los años cuarenta llegó el ferrocarril a Bariloche y el desarrollo turístico de la ciudad fue notable y la hizo famosa internacionalmente.

La evolución de estas tres zonas son las que han sostenido el crecimiento poblacional de Río Negro, acompañadas en menor medida por el Valle Medio.

De 9200 habitantes en 1895, la provincia ha pasado a más de medio millón en el último censo, crecimiento realmente notable y que es la característica distintiva de las provincias patagónicas.




http://www.lahueya.com.ar/index/argentina/rioneg/hist.htm

martes, 21 de enero de 2014

Córdoba y la Revolución de Mayo - Parte 2



Fueron apresados al norte de la provincia y conducidos a esta ciudad. Hipólito Vieytes, comerciante porteño que acompañaba al ejército como representante de la Junta, exhibió una orden secreta de ésta que disponía que fuesen arcabuceados "en el momento en que todos o cada uno de ellos sean pillados (...) sin dar lugar a minutos que proporcionaren ruegos y relaciones capaces de comprometer el cumplimiento de esta orden". Está fechada el 28 de julio de 1810 y no revela los motivos de tamaña decisión. Tan sólo invoca "los sagrados derechos del Rey y de la Patria", a la vez que aclara que "este escarmiento debe ser la base de la estabilidad del nuevo sistema".
A sangre y fuego

Al conocerse la noticia en Córdoba, la reacción no se hizo esperar. Unánimemente, la población expresó su repudio y solicitó a Ortiz de Ocampo que no le diere cumplimiento. Hasta el mismo deán Funes dice en su autobiografía que "no pudo oír sin estremecerse una resolución tan cruel como impolítica, pues que a su juicio ella iba a dar a la Revolución un carácter de atrocidad y de impiedad".
En un gesto que lo ennoblece, Ocampo se negó a cometer tamaño crimen y dispuso el traslado de los presos a Buenos Aires, pero enterado de ello el secretario Mariano Moreno se indignó de tal manera, que logró que fuese destituido y que se enviase al vocal Juan José Castelli a cumplir la orden. Es bien sabido que Castelli hizo fusilar por medio de un piquete de soldados ingleses a Gutiérrez de la Concha, Liniers, Allende, Moreno y Rodríguez. El obispo Orellana salvó su vida gracias a su investidura religiosa y fue enviado prisionero a Luján.

La mezcla de consternación y repulsa que tan cruel disposición causó en el ánimo de los cordobeses difícilmente pueda ser expresada. Al igual que en la Revolución Francesa, el terror comenzaba a prevalecer entre nosotros, cobrando sus primeras e inútiles víctimas en las personas de cinco ilustres y respetados ciudadanos, uno de ellos héroe de las Invasiones Inglesas.

Cuenta la tradición que en la corteza de un árbol aparecieron escritos los apellidos de los cinco ajusticiados y del obispo, formando con sus iniciales la palabra "Clamor" (Concha, Liniers, Allende, Moreno, Orellana y Rodríguez), expresión del sentimiento que despertó tamaña ferocidad.

La revolución se impuso pues en Córdoba a sangre y fuego, pero lejos de arraigar en el corazón de nuestros antepasados, generaba en su ánimo fundadas reservas. El ejército porteño, que ocupaba las instalaciones del Monserrat, procedió a destituir a los miembros del cabildo y el 15 de agosto hizo asumir como gobernador al coronel Juan Martín de Pueyrredón, designado por la Junta.

El desagrado cundió hasta entre los más entusiastas partidarios de la revolución. Ambrosio Funes, hermano del deán y junto a él los dos únicos cordobeses que la apoyaban, escribía a doña Margarita de Melo en estos términos: "¿Hasta cuándo quieren ser bulliciosos esos porteños? De modo que de guapos sólo se quieren pasar y ahora también se les pone venir a conquistar cordobeses...".
Por Prudencio Bustos Argañaraz (Especial)



Córdoba y la Revolución de Mayo - Parte 1





"La Revolución de Mayo fue hecha por Buenos Aires y para Buenos Aires, sin las provincias y contra las provincias. [...]

La Revolución de Mayo ha creado el Estado metrópoli, Buenos Aires, y el país vasallo. El uno goza del tesoro, el otro lo produce."
Juan Bautista Alberdi Escritos Póstumos, tomo V
Cuando la noticia de los acontecimientos de mayo de 1810 llegó a Córdoba, el gobernador Juan Gutiérrez de la Concha resolvió convocar en su casa a una reunión de notables para decidir la actitud a adoptar. Si bien existían versiones de una posible conspiración en la capital del virreinato, la novedad causó sorpresa y asombro. El cabildo porteño, una institución de alcance meramente municipal, había depuesto al virrey y designado por sí nuevas autoridades, sin tan siquiera consultar a las demás ciudades.

Con la única excepción del deán de la Catedral, doctor Gregorio Funes, todos los asistentes a la reunión se manifestaron en favor del rechazo de las nuevas autoridades y de la restitución del virrey. Los argumentos del deán para defender a los revolucionarios no pudieron ser más endebles, por antijurídicos. "No son las leyes -dijo entonces- ni los derechos los que deben salvar esta república, sino las fuerzas reales". Una apelación al derecho de la fuerza. Un año más tarde advertiría el célebre deán su error, cuando las autoridades porteñas lo destituyeron y encarcelaron.

Advertido del envío de un ejército desde Buenos Aires, el cabildo cordobés escribió a la Junta encareciéndole "se sirva suspender absolutamente su expedición porque su venida, como no necesaria, produciría el desorden y conmoción popular en gravísimo perjuicio del público sosiego".

La Junta respondió con prepotencia, "previniendo que no se alegue ignorancia si se insiste en no reconocerle", y ordenando suspender al gobernador en su cargo. El cuerpo rechazó tal imposición "por ser contraria a la de este gobierno", y decidió aceptar la propuesta del virrey del Perú de reincorporarse a dicho virreinato, al que había pertenecido por espacio de 237 años, "en atención a que en la capital de Buenos Aires no existe legítimo representante de la autoridad del Excmo. Señor Virrey".

Gutiérrez de la Concha y Liniers organizaron la resistencia, con la colaboración del ex gobernador Victorino Rodríguez; del comandante de armas, coronel Santiago Alejo de Allende; del tesorero de la Real Hacienda, Joaquín Moreno y del obispo Rodrigo Antonio de Orellana. El 31 de julio, ante la inminente llegada de 1.150 hombres al mando del coronel riojano Francisco Antonio Ortiz de Ocampo e impedidos de enfrentarlos, huyeron hacia el norte para unirse a las fuerzas que el mariscal Nieto preparaba en el Alto Perú.

domingo, 19 de enero de 2014

El pensamiento de Juan Bautista Alberdi - Parte 4



Agudo observador de la realidad argentina escribió: “La dificultad no consiste en saber cómo pagar la deuda, sino en cómo hacer para no aumentarla. (…) En los países nuevos en que la habilidad abunda más que el juicio, se da frecuentemente el nombre de empréstitos para obras públicas a lo que en realidad son obras públicas para empréstitos. Así tan pronto como el empréstito es conseguido, la obra pública queda sin objeto. Cuanto más irrealizable mejor sirve la obra a su objeto, que es el empréstito en sí mismo, no la obra”. 3

En 1879 una alianza entre Roca y Avellaneda lanzó la candidatura de Alberdi a diputado nacional. Llegó a Buenos Aires el 16 de septiembre de aquel año y tuvo una participación decisiva en los debates parlamentarios sobre la Ley de Federalización de Buenos Aires, que le dio finalmente una Capital Federal a la República. El senado, bajo la presión mitrista, rechazó el proyecto de publicación de sus obras completas y su nombramiento como embajador en Francia. Le estaban cobrando su militancia contra la guerra del Paraguay, entre otras cosas. Cansado y humillado decidió alejarse definitivamente del país.
Partió rumbo a Francia el 3 de agosto de 1881 confesándole a un amigo "lo que me aflige es la soledad". Murió en Nueilly-Sur-Seine, cerca de París el 19 de junio de 1884.


3
  Juan Bautista Alberdi, Obras completas, Tomo VIII, Buenos Aires, 1887.



El pensamiento de Juan Bautista Alberdi - Parte 3


Mantendrá ardientes polémicas con Sarmiento en torno a Urquiza, a quien decide brindarle todo su apoyo. El gobierno de Paraná lo nombra "Encargado de negocios de la Confederación Argentina" ante los gobiernos de Francia, Inglaterra, el Vaticano y España. El 15 de abril de 1855 partió hacia Europa. Visitó los Estados Unidos, donde se entrevistó con el presidente Franklin Pierce y luego viajó a Gran Bretaña, donde conoció a la reina Victoria.  Finalmente llegó a París para quedarse por 24 años. Regularizó las relaciones con el Vaticano  y consiguió el reconocimiento de nuestra independencia por la reina Isabel II de España.

Tras la derrota de Urquiza en Pavón Alberdi fue despedido por Mitre de su cargo y reemplazado por Mariano Balcarce. Hacía dos años que no cobraba su sueldo y el nuevo gobierno se negaba a pagarle le adeudado y mucho menos a costear su viaje de regreso. Comentó entonces: "el mitrismo es el rosismo cambiado de traje".

Tuvo que quedarse en París. Sus únicos y escasos ingresos provenían del alquiler de una propiedad en Chile.


Durante la Guerra de la Triple Alianza, Alberdi, como José Hernández y Guido Spano,  apoyará decididamente la causa paraguaya y acusará a Mitre de llevar adelante una "Guerra de la Triple Infamia" contra un pueblo progresista y moderno.  Bajo la profunda impresión que lo produjo el conflicto publicó en 1872 El Crimen de la Guerra, uno de los más notables alegatos antibelicistas que se hayan escrito, que cobra hoy, en el mundo de la “guerra preventiva” una notable actualidad. "De la guerra es nacido el gobierno militar que es gobierno de la fuerza sustituida a la justicia y al derecho como principio de autoridad. No pudiendo hacer que lo que es justo sea fuerte se ha hecho que lo que es fuerte sea justo.(…) El ‘derecho de la guerra’, es decir, el derecho del homicidio del incendio, de la devastación en la más grande escala posible. (…) Estos actos son crímenes por las leyes de todos los países del mundo. La guerra los sanciona y los  convierte en actos honestos y legítimos, viniendo a ser la guerra el derecho del crimen. (…) El castigo de los gobernantes que han provocado y comenzado la guerra, como reparación de su crimen de lesa humanidad, sería más justo y más eficaz como medio de prevenir su repetición, que lo serán jamás las indemnizaciones pecuniarias que, debilitando al pueblo, afirman y robustecen el poder de los opresores”. 2

2  Juan Bautista Alberdi, El Crimen de la Guerra, Buenos Aires, Editorial Sopena Argentina, 1957.

sábado, 18 de enero de 2014

El pensamiento de Juan Bautista Alberdi - Parte 2

Junto a Esteban Echeverría y Juan María Gutiérrez fundó la Asociación de la Joven Generación Argentina, siguiendo el modelo de las asociaciones románticas y revolucionarias de Europa. Este grupo de intelectuales pasará a la historia como la "Generación del 37". La mazorca comenzó a vigilarlos de cerca y a perseguirlos. Alberdi llegó a Montevideo en noviembre de 1838 y colaboró en publicaciones como El Grito Argentino y Muera Rosas. De ese período son también sus dos obras de Teatro: La Revolución de Mayo y El Gigante Amapolas, una sátira sobre Rosas y los caudillos de la guerra civil.

En mayo de 1843 partió con Juan María Gutiérrez hacia París, la Meca de todos los románticos de la época. Llegó en septiembre y visitó al general San Martín con quien mantuvo dos prolongadas entrevistas. Quedó muy impresionado por la sencillez y la vitalidad del viejo general que lo abrumó con preguntas sobre la patria.

A fines de  1843 decidió, como Sarmiento, radicarse en Chile. Allí vivirá por 17 años. En un artículo publicado en El Comercio de Valparaíso dirá: "Los Estados Unidos no pelean por glorias ni laureles, pelean por ventajas, buscan mercados y quieren espacio en el Sur. El principio político de los Estados Unidos es expansivo y conquistador".

Al enterarse del triunfo de Urquiza sobre Rosas en la batalla de Caseros el 3 de febrero de 1852, escribeBases y puntos de partida para la organización política de la República Argentina y se lo envía a Urquiza que le agradece su aporte en estos términos: "Su bien pensado libro es, a mi juicio, un medio de cooperación importantísimo. No ha podido ser escrito en una mejor oportunidad". La obra será una de las fuentes fundamentales de nuestra Constitución Nacional sancionada el primero de mayo de 1853.


Dirá comentando el texto: “Reconociendo que la riqueza es un medio, no un fin, la Constitución argentina propende por el espíritu de sus disposiciones económicas, no tanto a que la riqueza pública se grande, como bien distribuida, bien nivelada y repartida; porque sólo así es nacional, sólo así es digna del favor de la Constitución, que tiene por destino el bien  y prosperidad de los habitantes que forman el pueblo argentino, no de una parte con exclusión de la otra”. 1

1  Juan Bautista Alberdi, Obras Completas, Tomo IV, Buenos Aires 1887.

El pensamiento de Juan Bautista Alberdi - Parte 1



Juan Bautista Alberdi nació en Tucumán el 29 de agosto de 1810. En 1816, mientras iniciaba sus sesiones el Congreso de Tucumán, ingresaba a la escuela primaria. En 1824, con 14 años llegó a Buenos Aires y  comenzó  a estudiar en el Colegio de Ciencias Morales. No se llevaba bien con el medieval régimen disciplinario del Colegio, que incluía encierros y castigos corporales y logró que su hermano Felipe lo sacara de allí. Mientras trabaja como empleado en una tienda, leía apasionadamente a Rousseau, estudiaba música, componía y daba conciertos de guitarra, flauta y piano para sus amigos. En 1831, retomó sus estudios en la carrera de Leyes pero no abandonó sus gustos musicales y, en 1832,  escribió El espíritu de la música y se trasladó a Córdoba, donde pudo recibirse de Bachiller en Leyes.

Desde 1832 un grupo de jóvenes intelectuales venía reuniéndose en la librería de Marcos Sastre. Alberdi se incorporará a este grupo, compuesto entre otros, por Juan María Gutiérrez y Esteban Echeverría, que fundará el 23 de agosto de 1835 el Salón Literario, un verdadero centro cultural y de difusión de las nuevas ideas políticas, vinculadas al romanticismo europeo.


En 1837 Alberdi publicó una de sus obras más importantes Fragmento Preliminar al estudio del derecho, donde hacía un diagnóstico de la situación nacional y sus posibles soluciones. Durante ese mismo año data la publicación de La Moda, gacetín semanal de música, poesía, literatura y costumbres. Aparecieron 23 números y en sus artículos, Alberdi, que firmaba bajo el seudónimo de "Figarillo", intentaba burlar a la censura del rosismo  y dejaba deslizar frases como esta: "los clamores cotidianos de la tiranía no podrán contra los progresos fatales de la libertad".

martes, 14 de enero de 2014

La marcha de San Lorenzo


Se la considera una de las cinco mejores partituras militares del mundo y estuvo presente en algunos momentos históricos


El Gobierno inglés solicitó autorización a Argentina y fue ejecutada el 22 de Junio de 1911 durante la coronación del Rey Jorge V. Lo mismo ocurrió para la coronación de la reina Isabel II , el 2 de Junio de 1953. Se ejecuta habitualmente en los cambios de guardia del palacio de Buckingham, modalidad que estuvo suspendida únicamente durante el conflicto en las Islas Malvinas.

Fue incorporada al repertorio de bandas militares de Uruguay, Brasil y Polonia, entre otras.

Fue usada como música incidental en algunas películas ( Rescatando al Soldado Ryan).

El Ejército Argentino, en la época previa al nazismo, le regaló la Marcha de San Lorenzo al Ejército Alemán  y a cambio éste nos obsequió la marcha “Alten Kameraden” (Viejos camaradas).

Durante la Segunda Guerra Mundial , la Marcha de San Lorenzo fue tocada por los alemanes en París cuando entraron por el Arco de Triunfo de esa ciudad y a manera de desagravio, el General Dwight Einsenhower también la hizo ejecutar cuando el ejército aliado entró en París para liberarla.

http://viajes.elpais.com.uy

martes, 7 de enero de 2014

"YPF en la Tierra Gaucha"


Tierra Gaucha", realizado en 1941. El material es una reseña informativa y turística de los emprendimientos que YPF poseía en Salta. Comienza con una breve introducción sobre las plantas que la compañía posee en Cuyo y luego repasa la relación económica y cultural que tenía en esa época la empresa petrolera con la sociedad salteña. 
Gentileza del archivo General de la Nación.
Seguinos:
En YouTube http://goo.gl/yYgWv
En Facebook https://www.facebook.com/AgenciaTELAM
En Twitter: http://twitter.com/agenciatelam

lunes, 6 de enero de 2014

El primer monumento patrio

  



Nació como Obelisco, pero para todos es la Pirámide de Mayo. Y está en pie desde 1811.

Es uno de los símbolos de la Ciudad. Y aunque casi no hay gente que no la conozca, la mayoría no sabe que pertenece al barrio de Monserrat. Tampoco saben que es un obelisco, aunque todos, aún desde los tiempos en que la proyectaron, la llamaron pirámide. Seguramente, también desconocen que se salvó dos veces de la demolición. Por eso, la “Pirámide de Mayo” también merece un recordatorio que rescate algo de su larga historia, que empezó en 1811 y dos siglos después sigue teniendo protagonismo.
Considerado como el primer monumento patrio, su construcción formó parte de la celebración del primer aniversario de la Revolución de Mayo. En marzo de 1811 se presentó el proyecto ante el Cabildo, en abril se aprobó y enseguida se empezó el trabajo. La dirección de la obra quedó a cargo del alarife Francisco Cañete, un hombre nacido en Cádiz a quien, en aquellos tiempos, se lo consideraba uno de los buenos constructores que tenía la Ciudad. La suma a invertir: 5.160 pesos y 6 reales. La supervisión del trabajo la realizó Martín Rodríguez, coronel del regimiento de Húsares. El monumento estaba rodeado de una verja de hierro y en cada ángulo se colocó un farol que usaba grasa de potro como combustible.
Ya en 1826 apareció la primera amenaza. Para evocar la gesta de Mayo, el presidente Bernardino Rivadavia quería que hubiera un monumento más ampuloso y quiso demolerla. Pero aquel proyecto quedó en eso y la pirámide se salvó. Recién en 1856 se decidió mejorarla, tarea que se le encomendó al pintor y arquitecto Prilidiano Pueyrredón. Fue en ese momento en que se le agregó la Estatua de la Libertad (mide algo más de tres metros y medio) que realizó el francés Joseph Dubourdieu. También ese artista hizo otras cuatro estatuas (representaban a la agricultura, el comercio, las ciencias y las artes) hechas en tierra cocida y estucada. Los faroles fueron reemplazados por otros, a gas.
Hacia 1883 Buenos Aires empezaba a dejar atrás la “gran aldea” para convertirse en “la París de Sudamérica”. El impulsor era el intendente Torcuato de Alvear. Fue entonces cuando otra vez surgió la idea de derrumbar la pirámide. Ya se había demolido la Vieja Recova. La idea era, nuevamente, hacer un “monumento digno” para recordar a la Revolución. Pero el Concejo Deliberante no lo aprobó y además pidió que la pirámide fuese preservada de futuros daños.
En 1912, la histórica Pirámide de Mayo pasa a ocupar el centro de la plaza. Así, en ocho días y usando unos carriles especiales, se la desplazó más de 50 metros, hasta su lugar actual. No fue tarea fácil: el monumento completo pesa más de 200 toneladas. En el siglo XX la pirámide se convirtió en punto de encuentro de las madres de desaparecidos que se reunían a reclamar por sus hijos. En 1977, la primera vez que se juntaron, los policías les dijeron “circulen señoras, circulen”. Así surgió la ronda de cada jueves alrededor del monumento. Allí, en 2005, se depositaron las cenizas de Azucena Villaflor, una de las primeras mujeres que fue a reclamar y que también había sido secuestrada y desaparecida.
Con respecto a las estatuas que se colocaron en 1856, el deterioro hizo que las sacaran en 1873. Sin embargo, en 1877, para adornar a la pirámide, se pusieron otras cuatro estatuas hechas en mármol de Carrara, que también eran obras del francés Dubordieu. Originalmente, habían adornado el edificio del Banco de la Provincia de Buenos Aires, en la calle San Martín al 100. En total, esas estatuas eran 16. Las cuatro que rodeaban a la pirámide estuvieron hasta 1912 y en 1972 fueron colocadas en una plazoleta que está en Alsina y Defensa. Otras seis se encuentran en la terraza del ex Asilo y actual Centro Cultural Recoleta. Pero esa es otra historia.