viernes, 25 de octubre de 2013

Pancho Sierra - Parte 2


Entrada principal del cementerio de Salto.


La tumba de Pancho Sierra se encuentra en el pasillo principal a pocos metros de la entrada


Pancho Sierra y el Espiritismo
Se vinculo a Pancho Sierra con el espiritismo por varias razones. En primer lugar fueron los espiritistas los que organizaron la ceremonia de homenaje realizada un año después de su muerte. El acto se llevó a cabo el día 15 de marzo de 1892 en el cementerio de Salto. Fue presidido por Don Rafael Hernández (hermano del autor del Martín Fierro), y se constituyó una Comisión de Amigos que colocaron en el sepulcro una corona de bronce. Dicha corona consistía en dos gajos de hiedra y una corona de laurel, los símbolos de la amistad y la unión de la idea.
Se pronunciaron varios discursos resaltando las virtudes del "Gaucho Santo": el ejercicio de la caridad cristiana y el amor a sus semejantes, el sacrificio propio por el bien de los demás. Además se habló de la doctrina espiritista como ciencia, religión, doctrina, moral y patria, y la Comisión se juró "Solidaridad de la idea, en la vida y en la muerte". Se calculó cerca de dos mil asistentes, con representantes de distintos centros espiritistas, entre ellos Juan M. Broullón, Juan Pablo Quinteros, Mercedes Escudero, Remigio Barrasa, Félix Guruzeta, Rosendo López, Juan Brown, Dolores Oyampe, Liberata Sandes, Máximo Paez, Pascual Mardaras, Victorino y Cecilia Azurmendi, Segunda y Escolástica Simillan, Juan y Esteban Hierne.



Busto de Pancho Sierra ubicado sobre un pedestal cubierto con placas, rosarios, flores e imágenes religiosas. 

Detrás, una de las paredes exteriores del cementerio de Salto con las placas de agradecimiento

Otra de las razones es su papel protagónico de las Asociaciones Espiritistas en la divulgación y propagación del mito. El libro La Verdad de Pancho Sierra con varias ediciones publicadas por la Asociación Alas Blancas que recoge supuestas comunicaciones y mensajes que el "Gaucho Santo" habrían sido recibidos por espiritistas durante 1937.
Pancho Sierra fue invitado varias veces a la Sociedad Espiritista Constancia y lo hicieron socio de dicha institución ya que sus directivos consideraban que Dios le había otorgado el don curativo, el carisma de la curación, intuición y clarividencia y era "un hombre dotado de facultades mediúmnicas, por medio de las cuales realizó mucho bien a los enfermos del cuerpo y del alma y a los pobres y humildes desde el punto de vista terapéutico". Los espiritistas llaman médium a la persona con gran desarrollo espiritual capaz, en ciertas ocasiones, de establecer un contacto con lo que se denomina plano astral.
Fue amigo de Cosme Mariño (1847-1927) periodista, director de La Prensa quien fundó la revista espiritista Constancia y era directivo de la Sociedad. Mariño dedicó varios artículos y notas a la "mediumnidad curativa" de Pancho Sierra.
Sin embargo, Fermín Chaves como otros historiadores e investigadores consideran que el Gaucho Santo no fue en vida un practicante del espiritismo y que su imagen espiritista es exterior y ajena a su personalidad y quizá posterior a su muerte "sería espiritista por atribución".

Extraido del cdrom "ALMAS MILAGROSAS, SANTOS POPULARES Y OTRAS DEVOCIONES" por María de Hoyos y Laura Migale, Edición NAyA
Fuente: 
Diccionario de Mitos y Leyendas - Equipo NAyA




jueves, 24 de octubre de 2013

Pancho Sierra - Parte 1

 

El "Gaucho Santo de Pergamino", "El Doctor del agua Fría", "El Resero del Infinito" era un hombre modesto y delgado con barba y cabellos largos y enteramente blancos. Nació en Salto, provincia de Buenos Aires el 21 de abril en 1831, de familia de ricos hacendados. Sus padres fueron Francisco Sierra y Raimunda Ulloa y era el menor de cinco hermanos. Estudió en Buenos Aires, se dice incluso que llegó hasta cuarto año de Medicina y que debió regresar a Salto a la muerte de su madre.
Luego de una decepción sentimental sobre la que existen varias versiones: 1) ella se casó con otro; 2) ella murió en Córdoba, donde había sido enviada para apartarlo de él por sus tías porque era de familia humilde; 3) que la alejaron por oposición de los padres de ella. Pero, sea cual fuera la causa, el se retiraría al campo y no volvería a hablarse de otra pareja.
Se instaló en su estancia "El Porvenir", situada en el pueblo de Carabelas, entre Pergamino y Rojas, comenzando una etapa que según sus propias palabras consistía en "servir constantemente a cuantos me necesitaron". Vistiendo trajes anchos, bombacha, camiseta criolla, sombrero de ala ancha, poncho y manta de vicuña; con su rostro blanco, ojos azules y nariz aguileña, se convirtió en protector de desvalidos y manosanta.



Curaba con pocas armas: agua fresca del aljibe, el profundo magnetismo de su voz, su mirada penetrante y, fundamentalmente, la fe de quienes solicitaban su ayuda. Su fama se trasmite de boca en boca y la estancia se llena de carruajes y carretas. Muchos sostienen que se curaron simplemente bebiendo un vaso de agua e invocando su nombre. 

Cosme Mariño, que estuvo presente en las curaciones de Pancho Sierra sostiene en su crónica: "Hemos presenciado la romería permanente de enfermos de toda clase que acudían a caballo, en charret, coches y sulkys. Hemos visto de paso su manera de curar, generalmente con agua magnetizada o por medio de la sugestión. Pero a veces lo hacía por la imposición de las manos, por lo general ya conocía desde que el enfermo detenía su carruaje cuál era su mal". Luego agrega: "Hemos oído, además, en Rojas y Pergamino, a muchas personas que estando desahuciadas por los médicos habían sido curadas por Pancho Sierra. Algunas de éstas eran acaudalados estancieros como Ortiz Basualdo, Roberto Cano y otros más".
Ejerce su actividad de sanador sin persecución policial alguna. La fama de Don Pancho es primero local. Después va más allá del pago chico pero él no se aparta de ahí. Hasta su casa llegan los peregrinos. Vivía de manera austera en un altillo de la estancia (donde estaba su camastro de cuero de vaca, un crucifijo pequeño en la pared, su guitarra, su mate de plata y nada más).

Cercana su muerte, se casó con Leonor Fernández a fines de 1890, dejándole a cargo su estancia y las obras de caridad que él efectuaba. Falleció en 1891, y sus fieles consideran que sus milagros no han cesado.
Los lugares de culto se encuentran todos en Salto, provincia de Buenos aires. Son: 1) el Mausoleo ubicado en el cementerio donde los creyentes rezan y dejan ofrendas florales; 2) una pared exterior y lateral de ese mismo cementerio se utiliza como soporte de numerosas placas y allí se levantaron dos estatuas del "Gaucho Santo", y 3) frente al cementerio un aljibe con agua bendecida por Pancho Sierra aunque el verdadero aljibe está en "El Porvenir". Este último fue tapado tres veces y las tres veces volvió a brotar agua, quedando actualmente al descubierto.

sábado, 19 de octubre de 2013

Balvanera y Once



En España hay un valle en la provincia de Logroño, que se llama Valvanera, lugar de conversión de un ex bandido Nuño Oñez, quien lo hizo ante la aparición de la Vírgen María en el valle del mismo nombre. 
Podemos iniciar su historia en 1799, cuando fray Damián Pérez, religioso franciscano, recibió en donación un terreno en el que tiempo más tarde se levantó una capilla dedicada a Nuestra Señora de Balvanera, la que durante mucho tiempo proveyó a las necesidades espirituales de los escasos vecinos del lugar.
El 1º de abril de 1831, monseñor Mariano Medrano y Cabrera procedió a erigir la Parroquia de Nuestra Señora de Balvanera, con lo cual se reconocía la importancia que iba cobrando la zona. Cinco años después la Parroquia contaba con 3.635 vecinos.

Se encuentra dentro de los actuales límites de este barrio la tradicional plaza de Miserere, con respecto a su nombre hay dos versiones la primera   alude al apodo con que era conocido don Antonio González Varela, dueño de estas tierras durante el siglo XVIII y la segunda que proviene del vocablo latino "Misserere" que significa "ten compasión", relacionado con la matanza de animales que en la época del Matadero del Oeste se sacrificaban en la zona. La plaza fue importante escenario durante las invasiones inglesas y desde allí don Santiago de Liniers intimó la rendición del general William Carr Beresford .

Finalmente, la palabra "Once" está dada por la fecha de la Batalla de Pavón, el 11 de septiembre de 1852.



viernes, 11 de octubre de 2013

DIALOGO ENTRE ATAHUALPA Y FERNANDO VII EN LOS CAMPOS ELISEOS – Parte 7




I. - Y si yo trasmigrarme pudiese desde este lugar a mi reino, sin duda los exhortaría con la proclama siguiente:
Habitantes del Perú: si desnaturalizados e insensibles habéis mirado hasta el día, con semblante tranquilo y sereno, la desolación e infortunios de vuestra desgraciada patria, recordad ya del penoso letargo en que habéis estado sumergidos, desaparezca la penosa y funesta noche de la usurpación y amanezca el claro y luminoso día de la libertad. Quebrantad las terribles cadenas de la esclavitud y empezad a disfrutar de los deliciosos encantos de la independencia. Sí, paisanos, vuestra causa es justa, equitativos vuestros designios. Reuníos pues, corred a dar principio a la gran obra de vivir independientes. No nos detenga Fernando, porque o no tiene o no tendrá en breve más vida que su nombre, ni más existencia que la que publican el fraude y la mentira. Revestíos de entusiasmo y publicando vuestra libertad, seréis todos dichosos y el espectáculo de una felicidad será envidiable en el universo entero.

F. - Y por el gusto que he tenido de conoceros y hablaros, voy ahora por ver si encuentro a alguno de mis mayores para avisarles mi suerte y cuanto a la España pasa.
I. - Idos, pues, Fernando, a Dios, que yo también a Moctezuma y otros reyes de la América darles quiero la feliz nueva de que sus vasallos están ya a punto de decir que viva la libertad.
BERNARDO DE MONTEAGUDO

Este diálogo Fue escrito en Charcas en los primeros meses de 1809 y generalmente es atribuido a Bernardo de Monteagudo, que por entonces estudiaba en la Universidad. Circuló de mano en mano en los medios universitarios y políticos y contribuyó a la difusión de las ideas que impulsarían las revoluciones de Chuquisaca y La Paz. Describe el encuentro entre la sombra de Atahualpa, el último Inca, y la de Fernando VII.




DIALOGO ENTRE ATAHUALPA Y FERNANDO VII EN LOS CAMPOS ELISEOS – Parte 5



F. - Cuando movido el vicario de Cristo por un santo y ardiente celo de propagar y extender el rebaño del señor, cedió y donó a los Reyes Católicos las inmensas tierras de la América, cierto es, Inca, que aún no se había predicado el Evangelio, pero al presente tenéis floreciente en esta parte del orbe el más puro cristianismo, tenéis elevados una multitud de santos altares sobre las ruinas de la idolatría, convertido un nuevo mundo, y en una palabra, establecida la verdadera religión mediante los sudores y trabajos de los españoles, que por este solo motivo pueden llamarse a presencia del mundo entero, legítimos poseedores de la América.

I. - Qué, ¿queréis acaso alegar la religión que habéis introducido en mi reino como título bastante para poseerlo impunemente? No, Fernando, no; evita confundir este santo nombre con lo que fue puramente injusticia de los españoles. Es cierto que deben los habitantes de la América la religión que profesan, mas no por eso deben ser éstos dominados por aquéllos, porque de otra suerte sería preciso decir que Xavier, que condujo el nombre de Cristo hasta las remotas provincias del Indo y del Ganges, y todos los apóstoles que han predicado el Evangelio, debieron ser coronados en uno y otro hemisferio. Diríamos que el cristianismo lleva consigo mismo el impedimento insuperable para convertir a un soberano infiel, que difícilmente abrazaría la cruz del Salvador a vista de que por ello había de descender de su trono y dar fin a su reinado.

F. - Pues si esto no te convence, persuádete a lo menos la posesión de 300 años, unida con el juramento de fidelidad y vasallaje que han prestado todos los americanos, que, agradecidos por las grandes felicidades de que los hemos colmado, viven gustosamente sujetos a los reyes de España.


I. - El espíritu de la libertad, nacido con el nombre libre por naturaleza, ha sido señor de sí mismo desde que vio la luz del mundo. Sus fuerzas y derechos en cuanto a ella han sido siempre imprescriptibles, nunca terminables o perecederos; si obligado a vivir preso en sociedad, ha hecho el terrible sacrificio de renunciar el derecho de disponer de sus acciones y sujetarse a los preceptos y estatutos de un monarca, no ha perdido de reclamar su primitivo estado y mucho menos cuando el despotismo, la violencia y la coacción lo han obligado a obedecer una autoridad que detesta y un señor a quien fundamentalmente aborrece, porgue nunca se le oculta que si le dio jurisdicción sobre sí y se avino a cumplir sus (ilegible) y obedecer sus preceptos, ha sido precisamente bajo la tácita y justa condición de que aquél mirare por su felicidad. Por consiguiente, desde el mismo instante en que un monarca, piloto adormecido en el regazo del ocio o del interés, nada mira por el bien de sus vasallos, faltando él a sus deberes, ha roto también los vínculos de sujeción y dependencia de sus pueblos. Este es el sentir de todo hombre justo y la opinión de los verdaderos sabios.

jueves, 10 de octubre de 2013

DIALOGO ENTRE ATAHUALPA Y FERNANDO VII EN LOS CAMPOS ELISEOS – Parte 6




F. - ¿Pero de aqueste qué infieres?

I. - Infiero que ni el juramento del vasallaje que han prestado al español los americanos, ni la posesión de trescientos años que ha logrado aquél en ella, son título suficiente para deberlos dominar. No el juramento, porque no debiendo haber sido más libre que aquel en que sacrifica el hombre su libertad misma, no ha inducido en el americano obli¬gación alguna el violento y cautivo que ha prestado al español si el terror que ha inspirado en él la ferocidad de aquél, el miedo de ser víctimas sangrientas de su despotismo, la terrible situación de ser destituidos de armas para defenderse, el ver depositada la fuerza en solos los españoles y en ellos solos reunida la autoridad, es el cautivo principio de donde nace su compromiso. Y si no, responded, ¿de dónde resulta la nulidad del vasallaje que han prestado los habitantes de la península al francés Emperador? Sin duda de la fuerza que les infiere la imposibilidad de resistir.

Pero aun cuando este juramento fuese libre y espontáneo, no fue, como rengo dicho, bajo de la tácita e indispensable condición de que los monarcas españoles los mirasen con amor y felicitasen su patria. ¿Y bien? ¿En dónde está esta felicidad? ¿En la ignorancia que han fomentado en la América? ¿En la tenaz porfía y vigilante empeño de impedir a Minerva el tránsito del océano y de sujetarla en las orillas del Támesis y del Sena? ¿En tenerlos gimiendo bajo del insoportable peso de la miseria, en medio mismo de las riquezas y tesoros que les ofrece la amada patria? ¿En haberlos destituido de todo empleo? ¿En haber privado su comercio e impedido sus manufacturas? ¿En el orgullo y despotismo con que se les trata por el español más grosero? ¿En haberlos últimamente abatido y degradado hasta el nivel de las bestias? 

Sí. en esto consiste la felicidad que les ha prodigado la España y de aquí mismo la nulidad de sus votos. Si de la dominación de trescientos años queréis valeros para justificar la usurpación, debéis confesar primero que la nación española cometió un terrible atentado cuando, después de ochocientos años que se sujetó a los moros, consiguió sacudir su yugo. Debéis responder a la misma España, Francia e Inglaterra que después de haber sufrido una dilatada serie de años la dominación de los romanos, restablecieron al fin su libertad y merecieron los elogios de toda su posteridad.

¿Queréis que cuando la España, por manifiesto castigo del brazo vengador del Omnipotente, sufre en su ruina y destrucción la misma suerte que ha hecho experimentar a las Américas, permanezcan y estén sujetas todavía a un Fernando que habla conmigo ahora en la región de los muertos? ¿Queréis que cuando el cielo les abre la puerta de la felicidad, sean tan insensibles que permitan el pesado yugo de otra nación? ¿No es cierto que cuando la convulsión universal de la metrópoli y el terrible contagio de la entrega llegaran sin duda hasta la América, deben aspirar a vivir independientes?

F. - Convencido de tus razones, cuanto habéis dicho confieso, y en su virtud, si aún viviera, yo mismo los moviera a la libertad e independencia más bien que a vivir sujetos a una nación extranjera. 

DIALOGO ENTRE ATAHUALPA Y FERNANDO VII EN LOS CAMPOS ELISEOS – Parte 4


F. - Locura es, Atahualpa, negar que se han visto atrocidades inauditas en la conquista de la América. Pero debéis advertir que otro tanto han hecho los asirios, persas, romanos, griegos y todas las naciones del mundo cuando subyugar han querido o conquistar reinos. Debéis saber que la defensa propia y la conservación de la vida era el justo motivo que los obligaba a ejecutar los horribles estragos que habéis referido.

I. - Si los asirios, romanos y demás hombres han sido también inhumanos, a más de no inducir bondad en un acto inicuo la ejecución de otro semejante, jamás veréis entre los asirios un soberano que, como Huatemestu, haya sido extendido sobre ardiente y devoradora brasa de fuego, por el solo vil interés de que manifestase sus riquezas. No veréis entre los romanos capitán alguno como aquel Huapetei, sacados los ojos, cortados los brazos y aserrado el cráneo. Ni veréis que los griegos hicieran alguna vez como los españoles, arrancando un hijo de entre los tiernos e inocentes brazos de la madre, dándole contra e! suelo y arrojándole para que sirviese de pábulo a sus hambrientos y carniceros perros. Entre todas las naciones, últimamente no hallaréis una que haya ejecutado crueldades y tiranías como los españoles, porque éstas son tantas que hacen horizonte a mi vista y es imposible numerarlas.

En cuanto a la propia ofensa que alegáis para disculparlas, única¬mente respondo que el ladrón que asalta la casa de un rico no podrá, sorprendido en su crimen, alegar su propia defensa para justificar su homicidio si despedazó al posesor de las riquezas, aun después que éste levantó el acero para hacer con él otro tanto.

F. - Sea de esto lo que fuere, lo que tú debes saber es que Alejandro VI cedió y donó a mis progenitores y sus herederos las Américas.

I. - Venero al Papa como a cabeza universal de la Iglesia, pero no puedo menos que decir que debió ser de una extravagancia muy consumada cuando cedió y donó tan francamente lo que teniendo propio dueño, en ningún ceso pudo ser suyo, especialmente cuando Jesucristo, de quien han recibido los Pontífices toda su autoridad y a quien deben tener por modelo en todas sus operaciones, les dicta que no tienen potestad alguna sobre los monarcas de la tierra, o que a lo menos no conviene ejercerla, cuando dice: Mi Reino no es de este mundo; y cuando a sus apóstoles les enseña y encarga que veneren a los reyes y paguen los tributos al César. Me admira, digo, que Alejandro VI hubiese cometido semejante atentado, cuando San Bernardo le dice: “quid falcem vestram in alienam messem extendis? Si apostolis interdicitur dominatus quomodo tu tibi audes usurpare? Non tu ille de quo propheta: el erit omnis terra possessio eius. (¿Por qué extendéis vuestra hoz hasta la mies ajena? Si le está vedada la pasión de dominio a los apóstoles, ¿cómo osas tú invocarla para ti? Tú no eres aquel de quien dice el profeta: "y toda la tierra le perteneced").


Pero los grandes crímenes de idolatría y sacrificio humano que cometían los indianos, me dirás, fueron los que obligaron al príncipe de la Iglesia a ceder aquellos reinos a un monarca católico que extirpase tan bárbaras costumbres. Pero yo diré que las más de las naciones del antiguo mundo, han sido algunas veces idólatras y bárbaras, y sin embargo no se da ejemplo de que por tales delitos hayan destruido los Pontífices a su monarquía, porque siempre se han conocido jueces incompetentes para ello y han confesado que la punición de tales crímenes está reservada al Altísimo. Diré que los delitos de los indianos pudieron hacer nacer jurisdicción siempre que ellos, predicados o inducidos de la verdad del cristianismo, y convenidos de la barbarie de sus ritos y costumbres, hubiesen permanecido idólatras y bárbaros secuaces de su antigua superstición, pero ceder las Américas cuando los españoles, lejos de disipar las tinieblas de la idolatría con la luz del Evangelio, se habían antes hecho aborrecibles con su mal ejemplo y con los muchos crímenes abominables de que los hadan espectadores, sin duda que fue un acto- de cuya legitimidad jamás convencerme podré. Por último, si un Witisa, un Rodrigo, un Enrique, epílogo de abominaciones y monstruos de sus siglos, en quienes cualesquier crímenes eran menos excusables y más enormes por su mayor cultura, y en quienes, por haber entrado en la Iglesia por las sagradas puertas del bautismo, tenían más jurisdicción los Pontífices, nunca se han visto castigar con la terrible pena de ser despojados de sus cetros, mucho menos debieron ser destruidos los indianos, pues si eran idólatras, tenían la disculpa de no haber llegado a su noticia la religión cristiana; si eran antropófagos, podrían evadirse con la anticuada costumbre que les ocultaba su barbarie.

DIALOGO ENTRE ATAHUALPA Y FERNANDO VII EN LOS CAMPOS ELISEOS – Parte 3


A vista de tan horrible espectáculo solloza la virtud, gime la naturaleza y se estremece el mundo entero. Sólo el español más bárbaro que las sanguinarias y ponzoñosas fieras de la Libia, sigue talando los campos, desolando provincias, derribando tronos, arrastrando monarcas y degollando emperadores. Las inagotables riquezas de que ha despojado a los soberanos y sus vasallos aún no bastaban para aplacar su insaciable sed. Van, pues, a buscar más tesoros en el interior de los riscos y peñascos, arras¬tran tribus enteras de indios, los obligan y mandan que minen los cerros y entren hasta los más remotos y escondidos cerros. Obediente, el mísero indiano empieza con su trabajo, pero al cabo de algunas horas no alcanza ya el languideciente vigor de su débil y cansado brazo a quebrantar y romper la dureza de las piedras. Como desmayado se sienta para rehacer sus fuerzas. 

Lo advierte el español y al momento envaina su acerado filo en el pecho del inocente indiano, que envuelto en su propia sangre y en sus continuadas lágrimas, exhala el alma de su cuerpo. Otros consiguen, es cierto, penetrar hasta las tenebrosas entrañas de la tierra, pero en aquel oscuro y lúgubre caos, destituidos de todo auxilio, privados de la luz del sol y aun del corto consuelo de gemir al lado de sus parientes, experimentan en breve igual suerte que el primero. 

Los que han logrado salir de aquel abismo, castigados del hambre van a buscar algún alimento, pero no lo encuentran porque todo lo han hurtado. Corren a beber a las fuentes y encuentran sus aguas teñidas con la sangre de sus hermanos. La inocente madre llora amargamente la lastimosa muerte de su hijo querido hasta que su dolor mismo corta el hilo de su vida. El angustiado padre advierte que la muerte es su único recurso, en ella sola ve el término feliz de sus fatigas, y homicida de sí mismo, muere pendiente de un árbol mediante una soga, dando fin con esto a su vida y a su fama. Todos, en fin, sufren tantas desdichas y calamidades que juntamente pueden decir “traditi sumus ut conteramur iugulemur et pereamus; an ut magni in servos et famulos venundemur el tole rabile malum”, (Hemos sido entregados para ser quebrantados, degollados y muertos; acaso para ser vendidos a buen precio como siervos y esclavos).

Ved ahí, Fernando, la viva imagen de la conducta de tus españoles; ved, digo, si con fundamento los noto de injustos, crueles y usurpadores, cuando del mismo modo que el francés en España, se han entronizado ellos en América contra la voluntad de los pueblos; cuando del mismo modo que aquél, han quitado el cetro a unos soberanos descendientes de varios reyes y del mismo modo que tú, jurados unánimemente por sus pueblos; cuando finalmente el homenaje que les rinden es aún más forzado y violento que el que tributa la España al francés Emperador.

Convenceos de que los españoles han sido unos sacrílegos atentadores de los sagrados e inviolables derechos de la vida, de la libertad del hombre. Conoced que como envidiosos y airados de que la naturaleza hubiese prodigado tantas riquezas a su América, habiéndolas negado al suelo hispano, lo han hollado por todas partes. Confesad, en fin, que el trono vuestro en orden a las Américas, estaba cimentado sobre la injusticia y era el propio asiento de la iniquidad.


miércoles, 9 de octubre de 2013

DIALOGO ENTRE ATAHUALPA Y FERNANDO VII EN LOS CAMPOS ELISEOS – Parte 2



F. - Yo lo confieso y aún añado que no habría viviente alguno sobre la faz de la tierra que no mire a Bonaparte con desprecio y con horror cuando sepa que ha arrebatado el cetro de Castilla a un monarca descendiente de infinitos reyes. Se vería por consiguiente que los habitantes de la península únicamente le rinden una obediencia forzada, efecto del miedo y del temor que han inspirado las inauditas tiranías de sus tropas sanguinarias.

I. - Comparad, pues, ahora tu suerte con la mía, la conquista de tu península con la del Nuevo Mundo, y la conducta del francés en España con la del español en América. Consultad, digo, las historias sobre las escenas que se han visto en el peruano y mexicano suelo, y verás manifiestamente que dicen que en e! momento en que dio noticia Colón del descubrimiento de la fertilidad de la nueva tierra y sus riquezas, empezó a hervir la codicia en el corazón avaro de los estúpidos españoles, que atravesando inmensos mares se trasmigran en tumultos a las Indias. Aquí saben que los americanos son unos hombres tímidos y sencillos, pero advierten al mismo tiempo que, aunque incultos y salvajes, son muy pocos los misantrópicos, y que los más viven reunidos en sociedad; que tienen sus soberanos a quienes obedecen con amor, y que cumplen con puntualidad sus órdenes y decretos. 

Saben, en fin, que estos monarcas descienden igualmente que tú, de infinitos reyes, y que bajo de su dominio disfrutan perfectamente sus vasallos de una paz inalterable; pero como con sus ojos empapados en el ponzoñoso licor de la ambición, creen coronadas de oro y plata las cimas de las montañas, o a lo menos, depositados en el interior de aquéllas, interminables tesoros, como las mismas cabañas de los rústicos e inocentes indianos les parecen repletas de preciosos metales, y quieren apoderarse de todo y conseguirlo todo; protestan arruinar aquella desdichada gente y destruir a sus monarcas. La razón nos dieta --dicen ellos- que éste es un atentado, y la religión nos enseña que es un sacrilegio, mas no hay otro medio para mitigar nuestra implacable codicia. Sofóquese pues la humanidad, la religión y la razón, y verifíquense nuestros designios. 

Y al momento empiezan a llover por todas partes la desolación, el terror y la muerte, bárbaras en todo, hábiles únicamente en apurar y aumentar la crueldad y la tiranía, arruinar del mismo modo las humildes chozas que los suntuosos palacios. Por todas partes corren ríos inmensos de sangre inocente; en todas partes se encuentran millares de cadáveres, desdichadas víctimas de la ferocidad española.

martes, 8 de octubre de 2013

DIALOGO ENTRE ATAHUALPA Y FERNANDO VII EN LOS CAMPOS ELISEOS – Parte 1




En cosa de trescientos años que las delicias disfruto de estos Campos Elíseos, nunca deja la memoria de mis trágicos sucesos de atormentarme algún tanto. Mas hacia mí se encamina un hombre que según signos parece ser español, y quiero, por si llega recién, llamarlo por preguntarle lo que en mi tierra pasa.

-Hombre, cualquiera que seáis, dime quién eres.
F. - Fernando soy de Barbón, séptimo de aqueste nombre, de todos los soberanos el más triste y desgraciado.
I. - ¿Y por qué desgraciado?

F. - Porque apenas por mis pueblos fui monarca proclamado de la España y de las Indias, cuando el más infame, el más vil de todos los hombres vivientes, es decir, el ambicioso Napoleón, el usurpador Bonaparte, con engaños me arrancó del dulce seno y regazo de mi patria y de mi Reino, e imputándome delitos todos falsos y ficticios, prisionero me condujo hasta el centro de la Francia. Allí permanecí hasta que supe un día que mi España, vencida ya y derrotada por las fuertes, formidables y casi insuperables legiones de la Francia, mi enemiga, estaba por rendirse, y piadoso mi dolor, una vida me quitó tan penosa y tan amarga. Cerré, pues, los ojos al mundo, con sólo el corto consuelo de que los ingleses, alemanes y el mundo todo, quietan obligar a aquel monstruo a desistir de sus proyectos y restituir a mi casa la usurpada e inicua posesión que ahora tiene en la península.
I. - Tus desdichas, tierno joven, me lastiman, tanto más cuanto por propia experiencia sé que es inmenso e! dolor que padece quien, cual yo, se ve injustamente privado de un cetro y de una corona.

F. - ¿Y pues quién a ti también te arrebató como a mí tu corona?, ¿la ambición?
I. - El miserable Atahualpa, el infeliz soberano del Imperio del Perú, Fernando, a tu lado está. Pues que de injusta e inicua la conquista habéis notado de España por Bonaparte, ni te sientas ni te admires que de usurpada y furtiva igualmente yo gradúe la dominación que ha tenido en América el español,

F. - Aunque conocerte, Inca, me letifica y me place, no sé con qué fundamento a decirme te avanzas que si e! injusto Bonaparte mi península domina, en América hace sin duda otro tanto el español.

I. - ¿No es cierto, di, Ferdinando, que siendo la base y único firme sustentáculo de una legión y bien fundada soberanía, la libre, espontánea y deliberada voluntad de los pueblos en la cesión de sus derechos, el que, atropellado este sagrado principio, consiguiese subyugar una nación y ascender al trono sin haber subido por este sagrado escalón, será en vez de Rey un tirano a quien las naciones darán siempre e! epíteto y renombre de usurpador? Sin duda que confesarlo debes porque es el poderoso comprobante de la notoria injusticia del Emperador de los franceses ..

lunes, 7 de octubre de 2013

La Telesita

Teresita del Barco o Telésfora Santillán vivió en la segunda mitad del siglo XIX en la provincia de Santiago del Estero. Una de las versiones acerca de quién era y que hizo esta mujer sostiene que era hija de Don Pedro del Barco y María Rosa Gómez, tenía el cabello negro y los ojos azules y que pasó su infancia en la estancia "La Aurora", al pie de las sierras de Guasayán, criándose rodeada de belleza, sensibilidad y música.
La familia se traslada a una casona que tenía en la ciudad de Santiago del Estero para que Teresita recibiera la educación correspondiente. A medida que pasaba el tiempo se convertía en una hermosa mujer. Su padre, acosado por sus adversarios políticos, decide abandonar la ciudad y volver a la estancia.
En su pago natal, aprendió todo lo que se refiere a la vida de campo: los arrieros le enseñaron acerca de la fauna y la flora de la región y las virtudes de las plantas medicinales. Al llegar la edad de casarse sus padres deciden volver a Santiago a relacionarse con la sociedad. Viajan ellos primero y, al llegar encuentran que el cólera estaba asolando la ciudad, deben cumplir con la cuarentena obligatoria antes de salir de ella pero son víctimas de la peste.

El dolor y la tristeza hacen que Teresita no pueda vivir más en la estancia y se muda a un vallecito cercano a Santiago. Allí aparece el amor en su vida, un estanciero llamado Eumelio Ahumada. Pero llegan los carnavales y en un baile otro joven saca a bailar a Teresita. Después del baile circularon los comentarios, y el otro joven hostigaba constantemente a Eumelio, quien para defender su amor plantea un duelo en tres instancias: duelo de payadas, duelo de malambo y duelo criollo, a cuchillo. Pasadas las dos primeras instancias sin decidirse hacia uno u otro, en el enfrentamiento a cuchillo mueren los dos.
Al enterarse Teresita huyó, hasta que se instala en una choza cerca de La Banda, y comienza a ayudar a los necesitados. Preparaba tisanas y pociones curativas para los enfermos. Su fama de Santa y curandera se fue extendiendo. Un día desapareció. La leyenda dice que murió quemada.
Otra versión de la historia cuenta que era una joven inocente que erraba por los montes. Oraba a Dios, asistía a fiestas, velorios y bailes apareciendo y desapareciendo de improviso. Coincide en que murió carbonizada.

El culto

No hay un lugar fijo para los peregrinajes ya que, como murió quemada, no hay tumba que conserve sus restos. El ritual que debe cumplir un promesante es el siguiente:
* se envía una invitación especial a la mayor cantidad de personas conocidas del promesante, con un ruego de asistencia para el destinatario del favor de la Santa.
* debe preparar con anticipación una masa de harina de trigo con la que debe modelar un angelote y cocinarlo en el horno de su casa hasta que se dore.
* debe colocar una mesa en el centro del patio de su casa, cubrirla con manteles blancos y depositar el muñeco que representa el espíritu de la Telesita.
* este altar debe rodearse de velas y flores.
* se invita a músicos para que toquen con los instrumentos típicos de la región, especialmente chacareras.
* debe contarse con abundante bebida: tradicionalmente la aloja, y últimamente caña y aguardiente hervida con poleo.
* tener una auténtica devoción y honesta intención de cumplir la promesa que se concretará con música, baile y bebidas.
Estas reuniones se llaman Telesiadas y se inician bailando una chacarera. A cada vuelta el bailarín debe beber una copa. Cuando el promesante cae rendido de baile y alcohol, se considera que el ritual está cumplido. Se apagan las velas y una joven, elegida de antemano por el promesante, toma el angelote y lo desmigaja repartiéndolo entre los concurrentes junto con un trago de alcohol. En otras Telesiadas, el muñeco se hace de papel o trapo y se quema al final de la fiesta para rememorar el trágico destino de Telesita.
Proyección Artística
Está presente en la poesía, en el teatro (Clementina Quenel hizo una obra con su historia) y Andrés Chazarreta y Agustín Carbajal le dedicaron una chacarera; Gabino Cora Peñaloza y Manuel Gómez Carrillo escribieron un estilo, existe un romance llamado "La Telesita" de León Benarós y hay además algunos poemas anónimos.



El caso María Soledad


miércoles, 2 de octubre de 2013

La epopeya de las cataratas - parte 2


Es así que sale de Santa Catalina, donde desembarcara con sus acompañantes, soldados, frailes, hombres de servicio, indios amigos, con todo el habitual cargamento de armas, caballos, vituallas, etc., propios de estas empresas.  Y lo hace por tierra.  El océano y las carabelas quedaban atrás.  Por tierra como en la primera ocasión, generalmente a pie por lo cerrado y abrupto de las sendas y el itinerario a recorrer.

Aún en nuestros días, cuando el hombre ya dejó su huella en las selvas llamadas vírgenes, resulta dramática una travesía en la espesura, con mil acechanzas, alimañas, insectos, fieras, temperaturas, lluvias.  Imaginemos lo dantesco del esfuerzo.  Y fue entonces cuando como si descorriera de pronto un mítico telón, Alvar Núñez Cabeza de Vaca, con lógico deslumbramiento se encuentra frente al gigantesco milagro de las Cataratas del Iguazú, y nos da, personalmente, las primeras noticias sobre ellas.

Pero es útil que recurramos a la versión directa del acontecimiento, que hallamos en la segunda parte de su ya citada Memoria de los sucesos que le tocó vivir en Indias, y que conocemos bajo el título original de “Naufragios y Comentarios”.

En el capítulo XI, consigna: “De cómo el Gobernador caminó con canoas por el río Iguazú y por salvar un mal paso de un salto que el río hacía, llevó por tierra las canoas una legua a fuerza de brazos”.  Y luego el relato: “A postrero día del dicho mes de enero, yendo caminando por la tierra y provincia, llegaron a un río que se llama Iguazú, y antes de llegar al río anduvieron ocho jornadas de tierra despoblada, sin hallar ningún lugar poblado de indios.  Este río Iguazú es el primer río que pasaron al principio de la jornada cuando salieron de la costa del Brasil.  Llámase también por aquella parte Iguazú; corre del esteoeste; en él no hay poblado ninguno; tomose el altura en veinte y cinco grados y medio.  Llegados que fueron al río de Iguazú, fue informado de los indios naturales que el dicho río entra en el río del Paraná, que asimismo se llama río de la Plata; que entre río del Paraná y el río de Iguazú mataron los indios a los portugueses que Martín Alonso de Sosa envió a descubrir aquella tierra; al mismo tiempo que pasaron el río en canoas, dieron los indios en ellos y los mataron.  Algunos de estos indios de la ribera del Paraná, que ansí mataron a los portugueses, le avisaron al Gobernador que los indios del río Piquerí, que era mala gente, enemigos nuestros, y que les estaban aguardando para acometerlos y matarlos en el paso del río, que por esta causa acordó el Gobernador, sobre acuerdo, de tomar y asegurar por dos partes el río, yendo él con parte de su gente en canoas por el río Iguazú abajo y salirse a poner en el río del Paraná y por la otra parte fuese el resto de la gente y caballos por tierra, y se pusiesen y confrontasen con la otra parte del río, para poner temor a los indios y pasar en las canoas toda la gente; lo cual fue así puesto en efecto; y en ciertas canoas que compró a los indios de la tierra se embarcó el Gobernador con hasta ochenta hombres, y así se partieron por el río Iguazú abajo, y el resto de la gente y caballos mandó que fuesen por tierra, según esta dicho, y que todos se fuesen a juntar en el río del Paraná.  Y yendo por dicho río de Iguazú abajo era la corriente tan grande que corrían las canoas por él con mucha furia; y esto causólo que muy cerca de donde se embarcó da el río un salto por unas peñas muy altas, y da el agua en lo bajo de la tierra tan gran golpe que de muy lejos se oye, y la espuma el agua como cae con tanta fuerza, sube en salto dos lanzas y más, por manera que fue necesario salir de las canoas y sacarlas del agua y llevarlas por tierra hasta pasar el sitio, y a fuerza de brazos las llevaron más de media legua en que se pasaron muy grandes trabajos”.  Y prosigue: “salvado aquel mal paso, volvieron a meter en el agua las dichas canoas y proseguir su viaje; y fueron por el dicho río abajo hasta que llegaron al río del Paraná; y fue Dios servido que la gente y caballos que iban por tierra, y las canoas y gente, con el Gobernador que en ellas iban, llegaron todos a un tiempo, y en la ribera del río estaban muy gran número de indios de la misma generación de los guaraníes, todos muy emplumados con plumas de papagayos y almagrados, pintados de muchas maneras y colores, y con sus arcos y flechas en las manos hecho un escuadrón de ellos, que era muy gran placer de los ver.  Como el Gobernador y su gente (de la forma ya dicha), pusieron mucho temor a los indios, y estuvieron muy confusos, y comenzó por lenguas de los intérpretes a les hablar, y a derramar entre los principales de ellos muy grandes rescates; y como fuese gente muy codiciosa y amiga de novedades, comenzaron a sosegar y allegarse al Gobernador y su gente, y muchos de los indios les ayudaron a pasar de la otra parte del río; y como hubieren pasado mandó el Gobernador que de las canoas se hiciesen balsas juntándolas de dos en dos; las cuales hechas, en espacio de dos horas fue pasada toda la gente y caballos de la otra parte del río; con concordia de los naturales, ayudándoles ellos propios a los pasar.  Este río del Paraná, por la parte que lo pasaron, era de ancho un gran tiro de ballesta, es muy hondable y lleva muy gran corriente, y al pasar del río se trastornó una canoa con ciertos cristianos, uno de los cuales se ahogó porque la corriente lo llevó, que nunca más apareció.  Hace este río muy grandes remolinos, con la fuerza del agua y gran hondura de él”.

Así, con el típico detallismo y estilo de la época, vivimos el episodio.  Félix de Azara establece que el hecho ocurrió el 1º de febrero, precisamente, de 1542.

Alvar Núñez Cabeza de Vaca proseguirá la lenta marcha hacia la Asunción, ya por tierra, con el frondoso acompañamiento, sorteando duras jornadas.  Y llegaría a la colonial “fundadora de ciudades”, el 11 de marzo del citado año, con un recibimiento auspicioso de las autoridades provisorias y vecindario.  Pero bien pronto el Adelantado debería afrontar dificultades, odios, rencores, rencillas, aquellas mismas que había querido prevenir la Capitulación suscripta por el Rey cuando lo designara.  Pronto habría una sorda guerra interna que desembocaría en su dura prisión.  Cárcel, cadenas, amenazas, exilio.  Y con esto último, el regreso a España en la sentina de una carabela, como un mísero que debía finalmente afrontar un proceso incoado con intrigas y malquerencias.  En ello igualó el destino del Gran Almirante. Su vida, en detalle, merecería muchos capítulos que nos darían la dimensión de su perfil verdadero, de su tesitura de soldado de férrea conducta, pero al mismo tiempo, una calidad particular, obstinada, valiente y temeraria.  Es decir, un verdadero capitán de la Conquista.  Pero todo eso es ya otra historia.  Nos movió su paso accidental por las tierras de la actual provincia de Misiones.  Ese paso que lo llevó al descubrimiento de las Cataratas, únicas en su grandeza universal.

Y quizá esa fortuita circunstancia sirva para agregar a tanta belleza el sello romancesco que puso sin saberlo el Adelantado con su inopinada presencia, en un primer día de febrero del ya lejano año de Señor de 1542.

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La epopeya de las cataratas - Parte 1



Difícilmente se pueda ignorar que en cada retazo de la Conquista en América existe una señal homérica, en tanto querramos ubicarla como hazaña del Hombre, empujado por tremendos heroísmos, ambiciones, ensueños, etc.  Y en cada secuencia, él o los protagonistas se destacan en el tiempo en forma clara, definida, tiñendo los hechos con el color de su nítida individualidad. 

Todos los grandes Capitanes que abrieron sendas dejaron su sello.  Esto ocurre también con la figura legendaria del Segundo Adelantado del Río de la Plata, don Alvar Núñez Cabeza de Vaca. Nació en Jerez de la Frontera, hijo de don Francisco Vera y de doña Teresa Cabeza de Vaca, de noble linaje, como refiere Lafuente Machaín, se educó en casa de su tío el comendador Pedro Estopiñán, poniéndose luego al servicio de los Reyes Católicos; hizo las campañas de Italia y en las luchas de las Comunidades de Castilla combatió sin tregua.  Refiere el citado historiador que en el año 1521, gentes de Don Juan de Figueroa tomaron el Alcázar de Jerez, oportunidad en que Cabeza de Vaca, en unión de algunos parciales del Duque de Medina Sidonia, retomó ese bastión y lo entregó a Don Jorge de Portugal.

Quizá templaran a Don Alvar Núñez estas luchas para afrontar la gran aventura en Indias.

Sabemos que el alejamiento de escena de Don Pedro de Mendoza, creó un período de incertidumbre, de choques, de gobiernos provisorios, determinando el Rey de España firmar una Capitulación a 15 de junio de 1540, por la cual designa a nuestro personaje en calidad de Adelantado, cuando éste ya había regresado a la Península, ahíto de aventuras, huellas, cicatrices y relatos, tras el peregrinaje con Pánfilo de Narváez en la Expedición a la Florida, donde salvó apenas su vida, tras un cautiverio entre los indígenas, episodios que después relata en sus valiosas Memorias.

“En esta Capitulación –señala Medardo Chávez- especificaba no permitir letrados ni procuradores, porque las experiencias habían demostrado que esas profesiones ocasionaban diferencias y pleitos originándose discordias mortales y odios implacables; repartimiento de tierras a perpetuidad a los que la hubiesen poseído cinco años cumplidos; facultad para tratar y contratar libremente con los indios; libertad a los vecinos de las Provincias del Río de la Plata para volver a España sin necesidad de permiso del Rey”, etc. etc.  Es evidente que esa Capitulación establecía premisas ejemplares, dignas de la mejor constitución democrática, pero bien sabemos que en su casi totalidad, en la práctica, era letra muerta.

Con los pliegos reales y el corazón animoso, dispuesto a “cumplir y hacer cumplir”, parte el Adelantado desde el puerto de Sanlúcar, el 2 de noviembre de 1540, llegando muchas semanas después a las costas del Brasil para iniciar de inmediato la segunda y definitiva etapa de aventuras en esta parte del Continente.


La aventura del hombre llamado Raúl Alfonsín.